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by Maca691
on 16/6/16

La presidenta encapuchada



Por Alberto López-Hermida.
El encapuchado parece no tener a nadie en frente, pese a decir insistentemente que actúa por "el pueblo".

El encapuchado es cobarde. No da la cara, pese a estar en medio de todos. Culpa de sus errores al sistema, a “los mismos de siempre” o a otros. El encapuchado no se arrepiente ni pide perdón; en el mejor de los casos se “disculpa” y dice que de existir la mera posibilidad de haber cometido un error fue culpa de dejarse llevar y de no seguir su intuición.

El encapuchado es impredecible. Todas las semanas sorprende con algo nuevo con lo que busca fijar su posición extremista. El encapuchado es obstinado: aunque todos se lo digan, incluidos sus antiguos compañeros de armas, insiste en su agenda obtusa. Y es que el encapuchado no admite que se equivocó de camino desde el comienzo. El romanticismo al inicio de sus andaduras ha dejado paso a la torpeza crónica y sistemática.

El encapuchado se envalentona. Día a día va dando un paso más hacia lo que al principio pudo parecer algo loable e incluso popularmente aplaudido, pero que a estas alturas resulta grotesco y desmedido.

Al encapuchado le da igual el escenario: ostentoso, próspero, desacelerado o estancado, siempre es la temporada propicia para arrojar municiones contra “el otro”. Al encapuchado le da igual si su proyectil ofende, hiere o profana a una minoría o una mayoría del norte, del centro o del sur del país.

El encapuchado parece no tener a nadie en frente, pese a decir insistentemente que actúa por “el pueblo”. Quienes están llamados a resistirlo o llamarle la atención están de manos atadas por sus propios pecados, la corrección política o la astucia en el actuar del mismo encapuchado, pues el encapuchado se hace la víctima y evita así el juicio, el castigo y hasta la culpa.

Cobarde, no se arrepiente, no pide perdón, es impredecible, sorpresivo, obstinado, torpe, envalentonado, todo parece darle igual, actúa como si no tuviera nadie en frente y suele victimizarse.

Así es el encapuchado que todas las semanas se adueña un poco más de nuestras ciudades, alimenta nuestros temores y cultiva nuestras rabias.

Y así, guste o no, es nuestra Presidenta, que semana a semana dilapida fuerza política, social y discursiva para dirigir con verdadero liderazgo al país.

*El autor es académico Universidad de los Andes (@albertopedro).