@infoCIUDADANO D: Lo que nos dejó el Bicentenario
Monday, April 26, 2010 8:58 PM
From: "Secundino Camacaro"
Sesquipedalia
Lo que nos dejó el Bicentenario
Humberto Seijas Pittaluga
Contrariamente a lo que piensa mucha gente y a lo que han afirmado algunos de mis colegas escribidores, yo sí creo que las iniciativas llevadas a cabo por el régimen en los días previos al 19 de abril y durante el mismo fasto dejaron enseñanzas valiosas y obras perdurables para todos los venezolanos. Enumero algunos ejemplos.
Barandas amarillas
En su afán de maravillar a los muy honorables mandatarios que nos visitaron —con manos extendidas, palmas hacia arriba— los separadores e islas de las autopistas de la capital fueron acometidos, brochas en mano, por cuadrillas del PUS ataviadas con mandiles que explicaban que quien les pagaba era la autoridad de facto en el distrito. Claro que —con tantos regalos que había que dar a los gorrones que vinieron de fuera— el presupuesto no alcanzó para tanta pintura como hubiesen querido los contratistas robolucionarios. Por eso es que en algunos casos sólo una cara del separador estaba pintada; la que quedaba mirando hacia el lado por donde iba a pasar la limousine del chulo (o la chula, que también las hay).
Pero, por lo menos, los escuálidos debemos agradecer que no nos las pintaran de rojo, que era lo que pegaba más con el despliegue excesivo de ese color durante las festividades. Todo era rojo-rojito; desde los disfraces de diablos de Yare con los que desfilaron las reservistas —uniforme destinado, junto con las botas blancas, para un mejor camuflaje con el cual confundir al enemigo imperialista, si es que se atreve a hollar nuestro sagrado suelo después de tamaño despliegue de poderío—, hasta los bordes de la casaca rusa que se inventó Don Regalón, pasando por los guantes bermellones del comandante del desfile (que no podía dejar que el representante de Bielorusia lo sobrepasara en chapitas sobre el pecho), más ataviado para cantar el papel del conde Danilo en “La viuda alegre” que para andar encaramado en un tanque.
Una nueva historia
En su afán de justificar la necesidad de estar comprándole ataúdes volantes y otros sobrantes de guerra a rusos y chinos —mientras se sacrifica al pueblo, que lo que necesita con urgencia son plantas eléctricas— había que convertir la fecha en una efeméride militar. Cuando el movimiento de 1810 fue eminentemente civil. Si la memoria no me falla, sólo dos uniformados hubo ese día: Emparan, que con todo y lo capitán general que era tuvo que calarse la chocarrería de los caraqueños, y el capitán Ponte, comandante de la unidad que debía rendir honores en la puerta de la Catedral, quien ordenó a su tropa mantenerse sin actuar mientras se llevaban a Emparan al Cabildo. Pero ya no más. Ahora, de vainita el locutor no nos dijo que fue el mismo Bolívar quien le puso una pistola en el pecho a Emparan para exigirle que le entregara el mando a él.
Y, lean mis labios, como dijo Bush padre: dentro de poco Bolívar no será mantuano, sino un mulatico nacido de la entraña del pueblo y que recibió sus primeras enseñanzas en guerra asimétrica de labios “mi bisabuelo meeesmo, el gran Maisanta” cuando junto con José Leonardo Chirinos andaban de cimarrones por Maturín. Y la Junta de Caracas no estaba a favor de conservar los derechos de Fernando VII, porque ese era Borbón y maluco, sino de Napoleón ese revolucionario —girondino, para más señas— que sirvió bajo las órdenes de Miranda en el gran triunfo de éste en Waterloo. Napo, por cierto, creía mucho en aquello de la egalité; por eso casó a sus hermanas con puras testas coronadas.
El descubrimiento de nuevos héroes nacionales
Gracias a la profunda averiguación histórica que hizo la destinataria del maletín aquel cuando se preparaba para escribir la fabulosa pieza oratoria que dijo ante las focas aplaudidoras, ahora resulta que Salias, Madariaga, Ribas, Roscio y Ustariz —que estaban en el centro de los acontecimientos— hicieron menos por la libertad de Venezuela que San Martín y Belgrano desde alláaa lejote. Si a alguien se le hace el honor de invitarla para que venga a decir el discurso de orden en una sesión solemne, lo menos que puede hacer es ordenarle a algún historiador que esté en la nómina de la Casa Rosada que elabore un boceto de discurso para ella revisarlo con quien verdad manda, su marido Mirolindo —a quien otros mientan “Aloe” (porque mientras más se le investiga, más se le conocen nuevas propiedades) . Ella tenía que entender que no todos en Venezuela somos tan inanes como los que iban a estar en el recinto parlamentario en esa ocasión. Hablar, por la tapa de la barriga, como lo hizo, es una falta de respeto. Su falta de preparación, una peor.
Hay muchas otras cosas que quedaron de la “celebración” bicentenaria. Pero se me acabó el papel. A lo mejor seguimos con el tema en el futuro cercano. Depende de lo que reciba de feedback (¡Se me salió lo pitiyanqui, con lo tanto que traté de ocultarlo!). hacheseijaspe@ gmail.com www.notitarde. com