Los primeros dos barcos con combustible venezolano que llegaron a la Argentina formaban parte de un supuesto acuerdo binacional, pero no se respaldaron en ningún papel firmado. Nada. Ni el Estado venezolano ni el argentino registraron cuánto costaría esa venta ni cómo ni cuándo se pagaría. Todo se terminó acomodando mucho después a los reglamentos y a la legislación de la administración pública. Los operadores de tal desbarajuste fueron el ministro de Planificación, Julio De Vido, y su representante de facto ante el gobierno de Chávez, Claudio Uberti. El caso sirve como ejemplo de una relación tan estrecha como extraña, tan intensa como opaca.
Una vez Ricardo Jaime deslizó que "Kirchner le podía pedir cualquier cosa a él, hasta que le sirviera un café, pero jamás la renuncia". Esa presunta frase de Jaime, publicada en varios medios, nunca fue desmentida por el ex secretario de Transporte. Pareció -y lo era- un duro mensaje a su entonces jefe. La rutina del Gobierno lo confirmaba a Jaime: se movía como un ministro de tiempos menemistas, adornado con lujosos relojes, cadenas y corbatas de marcas caras. Alguien le preguntó a Kirchner, en aquellos tiempos, por qué aceptaba a un alto funcionario con una estética tan distinta de la del kirchnerismo. El ex presidente atribuyó las debilidades de Jaime a razones étnicas (es descendiente de árabes), lo que no dejaba de ser un prejuicio racista y un argumento muy débil para explicar riquezas inexplicables.
Uberti era el responsable del control de las autopistas argentinas, pero se pasaba gran parte de su tiempo en Caracas supervisando negocios que nada tenían que ver con su función formal en el Estado. El abogado Manuel Vázquez era, a su vez, el indispensable abrepuertas para que los empresarios pudieran acceder a Jaime. Vázquez no tenía ningún cargo oficial en la administración, pero su actitud era la de un crucial secretario de Estado. Muy pocas veces Jaime participó de reuniones con empresarios sin Vázquez. Importantes empresarios argentinos debieron contactarse con Vázquez (por orden de Jaime) cuando aspiraban a comprarle Aerolíneas Argentinas al grupo español Marsans. Las reuniones se hacían, por lo general, en un lujoso hotel de la calle Arroyo.
Esa informalidad paralela y clandestina para tratar cuestiones que significaron (y significan) erogaciones por millones de pesos del presupuesto nacional es lo que convirtió a Uberti y a Jaime en emblemas de una forma de gobernar y de un sistema de administración en el que cabe la corrupción. Los dos han caído en manos de los jueces en los últimos días. Según escribió la periodista Soledad Gallego Díaz, en el diario español El País , Jaime compite sólo con María Julia Alsogaray por el récord de funcionarios corruptos.
Sin embargo, estamos mirando sólo la copa del árbol. Hace más de dos años que nadie habla, por ejemplo, del "caso Skanska", una denuncia por el pago de monumentales sobreprecios para la construcción del Gasoducto del Norte. Los sobreprecios fueron denunciados en su momento por la empresa controladora del gasoducto, Techint, en una nota oficial al Gobierno, que había licitado la ampliación del gasoducto. El nivel de tales sobreprecios superaba el 150 por ciento. La investigación cayó en manos del juez federal Guillermo Montenegro, pero éste se fue luego como ministro de Mauricio Macri. El expediente está, desde fines de 2007, en manos del juez Norberto Oyarbide, que comenzó criticando lo que habían hecho los magistrados anteriores. Los hechos deben ser descriptos, escribió, con "mayor rigor, claridad y precisión". Muy bien. Pero Oyarbide desistió luego de buscar el rigor, la claridad y la precisión. No hizo nada.
Todos los casos tienen una misma sede en la administración nacional: el Ministerio de Planificación, la cartera que controla la mayor cantidad de dineros del presupuesto nacional. De Vido hizo trascender varias veces que ni Jaime ni Uberti le respondían a él, sino a Kirchner. Hasta hizo saber que su relación con Jaime era pésima. Nada de eso, y aun cuando tales versiones fueran ciertas, exculpa al ministro de su responsabilidad política.
De hecho, De Vido fue siempre el canciller virtual con el gobierno de Chávez. Nadie se quería meter en esa relación , recordó un ministro de aquella época. En tiempos de Rafael Bielsa, la Cancillería le hizo llegar a Néstor Kirchner una pregunta aparentemente ingenua: ¿qué hacía Uberti en Caracas? Kirchner no respondió. Incluso, la actual embajadora Alicia Castro (amiga de Chávez y de los Kirchner) se encontró con la novedad de que había un embajador paralelo en Caracas: Uberti. La división de funciones estaba clara: por la embajada pasaban todas las cuestiones políticas, pero Uberti resolvía los asuntos económicos.
En verdad, existían desde hacía mucho tiempo testimonios de empresarios argentinos que decían lo mismo que dijo ante el juez Julián Ercolini el embajador Eduardo Sadous: cualquier negocio privado con Venezuela debía pasar, en Caracas, por una oficina de virtual peaje, donde los empresarios estaban obligados a dejar entre un 15 y un 20 por ciento del valor de sus proyectos. Todos señalaban que en esa oficina había funcionarios argentinos, aunque ninguno pudo asegurar si tales comisiones se repartían con el gobierno de los Kirchner.
Kirchner les ha dado mucho a Jaime y a Uberti. Jaime llegó a Buenos Aires con lo puesto cuando el ex presidente accedió al poder; ahora se lo investiga por la posesión de yates, aviones, mansiones y hoteles en la Argentina y en Brasil. El abogado Ricardo Monner Sans acaba de reclamarle al Gobierno que explique cuál es la vinculación de Jaime con la radio LV2 de Córdoba, propiedad de la que también participaría el infaltable Vázquez. También le pidió explicaciones al jefe del Comfer, Gabriel Mariotto, pero Monner Sans tiene un problema con este funcionario, a quien ya denunció ante la Justicia por haber sido propietario de una radio trucha antes de ser lo que es. Uberti empezó a caminar por la vida como dueño de un quiosco de golosinas y cigarrillos en Río Gallegos. Tiene razón Cristina Kirchner: ella y su marido han hecho mucho por el ascenso social.
En ese contexto, no deja de tener cierta coherencia la fuerte ofensiva oficial contra la Justicia y, en especial, contra la Corte Suprema. El kirchnerismo ha conseguido, como siempre, lo contrario de lo que se propone. Ningún miembro de la Corte quiere ahora que se vaya Carlos Fayt, a quien el oficialismo enrostra impúdicamente el pecado de la edad. Circulan versiones falsas. ¿El juez Enrique Petracchi es un hombre cercano al Gobierno? Nadie que haya hablado con Petracchi, aunque fuera una sola vez, puede desconocer que la formación intelectual, política y jurídica del juez está en el otro extremo del kirchnerismo.
El propio presidente del tribunal, Ricardo Lorenzetti, decidió colocarse como eje de la unión de los jueces supremos. Siempre consulto cuestiones delicadas con Fayt y con Petracchi. Ellos tienen muchos años administrando justicia y la experiencia es una buena consejera , suele decir en los últimos días. No dice nada más. Si hubo distancias entre Lorenze-tti y Petracchi, éstas fueron enterradas después de los empellones del Gobierno. No tienen miedo y eso es una buena noticia.
Reclamo mi derecho a inaugurar el próximo festival de Cosquín . Beatriz Sarlo bramó así cuando se enteró de que dos artistas prestigiosos, Víctor Heredia y Teresa Parodi, inaugurarían la Feria del Libro, que siempre se abrió con una exposición de grandes escritores. La ironía de Sarlo le puso un poco de humor a una realidad crecientemente triste: es el miedo lo que llevó a los organizadores privados de la Feria a esa original extravagancia. ¿Miedo a qué? ¿Miedo a quiénes? Silencio. Otra expresión del miedo.