@infoCIUDADANO D: Argelia Ríos // La función no ha terminado
Friday, April 23, 2010 10:23 PM
From: "Nilka Verde"
Argelia Ríos // La función no ha terminado
Hubo cálculo en la decisión de evitarle al Inca la dura y necesaria
rehabilitació n
Su tatuaje sólo expresaba un fanatismo ingenuo; tan candoroso como el
que todavía profesan muchos venezolanos humildes. Ese rostro de Chávez
grabado en el pecho hablaba sobre el drama del subdesarrollo; sobre
los laberintos de la miseria y sobre la esperanza alrededor de un
golpe de suerte. El Inca Valero soñaba con un buen gancho al amparo
del poder; se veía resistiendo airoso los puñetazos de la vida, que
pronto le sonreiría sobre un ring alfombrado de divisas. Estaba
arribando a sus 30´s y todo le lucía prometedor: una corona mundial;
la fama y el reconocimiento del "proceso bolivariano", cuyo líder le
tenía proyectado como la imagen corporativa de la "revolución
deportiva" de la Venezuela socialista.
La historia es desoladora. La niñez en la calle; la opción del boxeo;
las drogas; el alcohol, el desenfreno; el despilfarro del triunfo...
Al Inca le rondaba la muerte. La escena del día que ocurrió el giro
fatal se describe a sí misma por la estela de víctimas: él, convertido
en cadáver, igual que su esposa Jennifer Carolina, y todas sus otras
querencias desgarradas por la violencia. La madre, la hermana, sus
niños de 9 y 5 años: todos marcados salvajemente por la indolencia del
Estado, por la irresponsabilidad de sus pobres instituciones
judiciales y la liviandad de los favores imprudentes que le
beneficiaron.
Ignorante de las vilezas del poder, el Inca dejó este mundo a causa de
las desviaciones de quienes, en las alturas, le habían adoptado como
su consentido. Sus carteles soñados se quedaron en los sótanos de la
imprenta, donde ahora se atenúan las lamentaciones y la inexplicable
negligencia de los que le mimaron incorrectamente. .. El poderoso
Estado revolucionario, cuyo ícono le prometió al Inca villas y
castillos, pudo haber impedido su desgracia. El asesinato de Jennifer
Carolina nunca debió suceder. Sus hijos tenían derecho a crecer sin
esta horrenda cicatriz en el recuerdo. El propio Edwin pudo ser
recuperado de sus propios demonios, si todo en Venezuela no estuviera
contaminado por la corrupción y la maldición de los indolentes
cálculos políticos.
Hubo cálculo en la decisión de evitarle al Inca la dura y necesaria
rehabilitació n, como lo hubo también en muchas opiniones lamentables
emitidas acerca de su muerte. Cada uno de ellos relata la
insensibilidad donde naufragamos y la ausencia absoluta de compasión
que, poco a poco, nos va caracterizando. El odio de la polarización
nos ha enceguecido hasta impedirnos ver las vetas de esta tragedia
familiar, testimonio de nuestra propia tragedia nacional: la de la
violencia, la desidia; la de la pobreza, que candorosamente se ha
creído "empoderada". Sí, la función no ha terminado, pero merece su
punto final.