Entre risita y risita, Chávez todavía nos debe la ciudad del acero, la del aluminio, el II puente sobre el Lago, etc, AFP Â
E ra para quedarse estupefacto ver aquella infinidad de edificios impecables, parejitos, tan bien pintaditos, hileras tras hileras de ellos que se perdían en el horizonte. Y con razón el jefe se mostraba orondo, orgulloso, satisfecho. Aguzaba la mirada y se recreaba en los balcones, las terrazas, los amplios ventanales, los jardines con esa yerba verdecita. Seguramente en ese momento se hacía la misma pregunta que nosotros: ¿Cómo pueden hacer los chinos esas maquetas tan bonitas? El anuncio comenzó por 7 mil viviendas, subió a 40 mil y ya va por 50 mil, nada más para Ciudad Tiuna. Eso es seguro.
¿No fue anunciado en cadena nacional? Entonces no pela. Eso va. Ahora, en todo el país serán dos millones de viviendas en apenas seis años. Y según el cálculo del supremo hacedor serán 120 mil por año. Eso es seguro. ¿No lo dijo el jefe? Entonces no falla. Nooo, sí falla porque seis por cero es cero, seis por dos, doce, y pongo el dos, seis por una seis y una que llevo siete. Eso da 720 mil viviendas en media docena de años. O sea que nos va a quedar debiendo 1 millón 280 mil viviendas para el 2016. ¿Y qué querían ustedes? Alguna vez en la vida se tenía que equivocar.
Además, séase también indulgente con quien nos debe tan poquitas cosas. Nos debe la Ciudad del Acero. Está bien, pero eso es fijo. Yo vi el anuncio por televisión.
No sé ustedes. También nos debe ¡pero va! la Ciudad del Aluminio. Esos son 18 mil hectáreas y 18 millones de los verdes.
Nada, si a ver vamos. Problemitas siempre hay, pero para mí eso es un clavo. Eso no pela, mano, eso va. Gente acuciosa dice por allí que nos debe la Ciudad de la Madera y la Ciudad del Indio. Cónchale, hay gente que se acuerda de unas cosas.
Pero dado que fueron anunciadas en un acto del jefe, con un gentío encorbatado y otro más enfranelado de rojo, yo creo que eso va. Mire, júrelo que eso va, como irá la refinería para Barinas.¿ Usted cree que eso no va?. ¡Noo, sí va, sí va..! No han soldado una plancha, no se ha enroscado un tornillo, pero por mi madre... no, mejor por la de otro, que eso va. A ver, nos debe también el Criogénico Cacique Nigale ¡Tremendo criogénico, compadre! Todavía no hay señas ¡pero es que tiene que ir! ¿Cuándo el hombre nos ha quedado mal, hombres de poca fe? ¡Claro que va! Como irá ¡el Puente Nigale sobre el Lago de Maracaibo! Bueno, miren, ese va, por ese relámpago del Catatumbo que nos encandila que ese va. Es verdad que tiene cierto retraso porque fue anunciado en el 2005.
Ajá, ¿y por qué no esperar otros seis añitos? Hagan un esfuerzo: cierren los ojos y oigan como cruza raudo hacia Punta Iguana el tren interestatal ¿Dicen que no lo oyen? ¡Coño, pero hagan un esfuerzo! Si no sienten el zumbido de ese moderno ferrocarril es porque le están buscando hueso a la mazamorra. No me vengan con eso porque ese fue un anuncio del jefe.
Es más, se puso la primera piedra, que, bueno, sí, ya hubo que repararla mientras se ponen la segunda y la tercera, pero eso va. ¡De bola que va! Tremendo puente, primo, con un túnel submarino y un techo transparente para viajar viendo nadar los bocachicos y la lemna, color de la esperanza, y aquellas islas artificiales que son una belleza. El jefe no se ha olvidado de su promesa. Textualmente: ¡Será un puente mollejúo! Lo voy a repetir con todas sus letras para mejor entendimiento de incrédulos, escépticos y odiosos mamadores de gallo que nunca faltan: MO-LLE-JÚ-O.
Eso dijo y si él lo dijo, eso va, ese compromiso está más vigente que nunca. No pela. No se ha hecho, pero no será por falta de reales porque, vengan acá, ¿qué son 75 millones de dólares? ¡eso es un pelo! Y con esa lemna que tan hermosamente vetea el lago se hará una cooperativa para producir alimentos para animales. Por la Chinita que eso va. Todo va. La estatua de Bolívar hecha por Oscar Niemeyer y montada en el Guaraira Repano ¡va! El Guaire descontaminado y cristalino como cuando Guaicaipuro ¡va! La base aeroespacial de Guasdualito ¡va! El eje fluvial OrinocoApure ¡va! Esto es una cosa linda. No sé porqué, bendito sea Dios, ahora le ha dado a los encuestólogos por decirnos que la relación de las masas con el jefe es erótica-religiosa, y no sé que más, que la mayoría se inclina por escoger amor y no gestión.
¿Por qué son tan mezquinos? ¿Es que no ven las obras? Está bien, no se han hecho ¿pero eso qué tiene que ver? El neo-furor por la construcción dará sus frutos. Ya tenemos uno, las dos mil y tantas horas de cadena nacional. Confíen en que todo se hará ordenada y eficientemente como en el País de los Girasoles, donde laboran Bob, el constructor, y su asistente la bella Wendy, quienes con vecinos y amigos, y sus maquinarías y herramientas que hablan solucionan los conflictos con el armónico trabajo en grupo. Aunque a veces surgen problemas debido a que Bob se olvida de mantener encendido el celular. O sea, que no oye.
Entonces, hay que decirle al jefe que no apague su "vergatario"... ¿Cómo dicen? ¿Que el "vergatario" no se halla por ningún lado? Ah, coño..
" Genocida" cuyo destino es el juicio en La Haya, es lo que espera al iluminado Muamar Gadafi. Técnicamente está derrocado y si no se escapa por alguna ventana, nadie sabe lo que quedará de él cuando las víctimas de sus bombardeos le pongan la mano.
Las redes sociales y los medios más importantes del planeta han seguido paso a paso la degradación del gobierno libio, abandonado por cientos de seguidores, incluidos ministros, embajadores y militares. Los leales de uniforme y las milicias y mercenarios que disparan como hienas hambrientas, están encerrados en la capital, pero será cosa de días que también ellos tomen las de Villadiego. Hacerse matar por un poseso sería una forma extrema de idealismo, que no puede esperarse de un mercenario, un miliciano prepotente o un "colectivo" protegido por el Estado.
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El siglo XXI nos trae la novedad de la democracia convertida en causa de millones. Durante el siglo XX, los anarquistas de Bakunin, los fourieristas, los saintsimonianos, los seguidores de la Icaria de Etienne Cabet y sus alas de cera, los comunistas utópicos y los científicos, todos ellos sobrepusieron lo social a lo democrático como si se tratara de opciones excluyentes. A fines del siglo, la democracia era defendida por puntillosos gobiernos de ley, profesores, líderes de partidos percibidos como tradicionales; vale decir: abandonó la calle, que había tomado heroicamente en las revoluciones francesas de 1789, 1820, 1830, 1848 y en la Comuna de París de 1871.
Y hablo de Francia porque cada una de sus erupciones revolucionarias contra reyes y emperadores absolutos se expandió por Europa, dando lugar a las instituciones y principios de lo que en el viejo mundo comenzaron a llamar democracia. En el norte de América la cultura democrática siguió otro camino. Las instituciones no se resintieron, antes bien se consolidaron con la revolución económica y el alto nivel de vida alcanzado por el pueblo Marx, más que Metternich, Napoleón, la reina Victoria o el eterno emperador austrohúngaro Francisco José I, fue la personalidad del siglo XIX que más influyó en el XX.
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El baño de popularidad de la democracia tomó fuerza con la muerte del imperio soviético y la pérdida de ascendiente del marxismo, y se consolidó con el fracaso de la revoluciones de signo leninista y análogas, y con el derrocamiento de jefes africanos con pretensión de eternidad que, bajo una retórica revolucionaria, hambrearon, dividieron y despojaron a sus pueblos. La repopularización democrática se aprecia también en Iberoamérica, sin más dictadores explícitos que Fidel. Ni más implícitos que Ortega y "a paso de vencedores" nuestro inefable Chávez. No sorprende el desinfle del ALBA tras su operático nacimiento, ni la caída de dictaduras en el Magreb africano. El siglo XXI, cambia el rumbo que trazó el XX y puede que esa llegue a ser su marca de fábrica: no más utopías estólidas dadas a destruir las instituciones democráticas construidas por la Historia, en nombre del sedicente "proceso" socialista, bolivariano o como gustéis.
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Y no obstante el cemento de los regímenes guiados por iluminados perpetuos parecía sólido. Entre ellos se perdonaban todos los crímenes; esgrimieron el antiimperialismo para sugerir que ya no eran presidentes sino "líderes", por lo que no necesitaban elecciones legitimadoras. En Venezuela el excelso jurista Carlos Escarrá declaró con la radiante complacencia de su entorno, que no creía en el voto. Claro, después de la derrota electoral del aciago 26S 2010.
Se proponían construir el futuro, con Hombre Nuevo y todo: ¡al burgués insaciable y cruel, paz ni cuartel! Pero la perpetuidad se desvanece. Y, lo peor, para no comprometerse, ya no se defienden entre sí. Gadafi vive la tragedia del aislamiento. Los de la Mafia eran más consecuentes. Desde 1800 crearon un código de honor llamado Omertá. Se protegían unos a otros. Nadie podía revelar datos comprometedores.
Omertá viene de humildad, y también de hombredad, hombría.
¿Dónde está la hombría de los aliados de Gadafi? Bashar Al-Assad no habló ni ofreció refugio. Ahmadenijad criticó la represión, Correa miró para otro lado, igual Morales "astutillo como una ardilla". Chávez amagó con el sudoroso Maduro y nada más. Sólo Fidel y Ortega brindaron extrema solidaridad. Ortega, solitario, respalda sin esguinces y si Fidel librepensador sale con esa, Raúl y el Consejo de Estado guardan silencio.
En el mundo de la autocracia las amistades son correlonas. No lo olvides Hugo.
E sta historia la he repetido para hablar de la delicadeza que encierra una primera pregunta ante un entrevistado difícil. El personaje que motiva este relato de un encuentro frustrado, epítome de fuente difícil donde las halla, lleva nombre de mito literario y raigambre de mantuanaje Fue Arturo Úslar Pietri, en especial desde el punto de vista del co-protagonista de esta historia, no sólo representación personificada del mantuanaje criollo sino, para ponerlo en términos de correspondencia con el momento en que este hecho ocurre, estandarte del grupo de notables que, desde una derecha no tan soterrada, en buena medida contribuyó con el clima de la antipolítica que marcó los años noventa en Venezuela. Eso era para el entrevistador el Úslar Pietri que cumplía noventa años: un oligarca de fuste intelectual.
Resulta que el colega periodista, hombre honesto en su oficio y en su vida privada, tuvo que relevar a un compañero de Redacción cuando laboraba en un popular vespertino caraqueño. El hombre había caído enfermo pero la cita con Arturo Úslar Pietri estaba hecha y no era cuestión de desperdiciar la oportunidad de entrevistarlo en ocasión de su cumpleaños número noventa. Este amigo, de extracción humilde y de pensamiento más bien izquierdoso, había pasado por mil esfuerzos y penurias para sacar adelante la licenciatura en Comunicación Social en una universidad caraqueña. Nunca ha sido una persona extrovertida, ni desenvuelta en un marco extraño a su condición natural. O sea, nunca ha sido hombre mundano. A cambio, es poseedor de un espíritu crítico a toda prueba; además, es de los que desempeña su trabajo a carta cabal, sabiendo lo que busca en cada fuente. Helo allí, un día de semana como otro cualquiera, dispuesto a enfrentar la delicada misión de tomar por asalto al intelectual vivo de mayor crédito en las letras venezolanas.
Se encontraba Úslar cobijado en su retiro particular, un caserón en una arbolada urbanización capitalina. Nuestro amigo fue recibido con cortesía e invitado a sentarse no muy lejos de la puerta, un sitio desde donde se divisaba la prolija biblioteca del autor de Las lanzas coloradas.
Un caserón imponente como escenario, un reportero con poco roce social, una efigie de las letras frente a él. Tales, los componentes del drama.
Pasemos al tiempo presente, como si estuviéramos viendo la escena en estos momentos: la actitud inicial de Úslar es de cortesía algo distanciada. La primera pregunta del periodista, sobre su longevidad: cómo se mantiene usted en tan buen estado, doctor Úslar. El interlocutor responde que lleva una vida austera. A su vez, el autor de Barrabás le pregunta al visitante por su apellido; perdone, no lo escuché con claridad. Al repetírselo, Úslar no oculta su extrañeza pues no halla conexiones en la vasta genealogía criolla que maneja en las distintas regiones del país. Advierte el periodista, quizás un tanto azorado al no saber qué decir, que en principio no estaba destinado a realizar la entrevista pues el redactor originalmente designado había sufrido un percance.
No habrá margen para dar marcha atrás pues la efigie no lo permitirá. «En realidad no tengo orden establecido para las preguntas» es la segunda confesión del humilde reportero. Úslar, en ese momento, ha debido comenzar a sospechar que le han enviado a alguien nada digno de su investidura.
A los pocos segundos se produce la reacción de Chernobyl. De improviso, afirma que el cuestionario quizás se lo han redactado previamente. Y añade: «Por cierto, ¿sabe quién soy yo? He escrito cuentos que han marcado un hito en la literatura venezolana y soy el único venezolano ganador del premio Rómulo Gallegos, ¿lo sabía?», inquiere con saña.
A partir de entonces la entrevista es un calvario. Aquel primer traspié (confesarle que no era la persona originalmente designada para este trabajo) ha quedado como una mancha rebelde, imposible de quitar. Hay un momento en que Úslar deja caer las virtudes de otro reportero del diario, echándolo en falta como quien añora el talento ante una demostración de insuficiencia y banalidad. Roberto Giusti es su gran referencia. A lo cual contesta nuestro héroe caído en desgracia: «Si usted cree que yo no estoy capacitado, dejémoslo hasta aquí».
Sin embargo, el diálogo continúa unos minutos más y nuestro amigo comete un nuevo error. Un error que, en otras circunstancias, habría pasado como una pregunta banal pero curiosa e incluso simpática: fue algo así como «¿cuántos libros tiene usted en su biblioteca?». Probablemente no la hubiese hecho de encontrarse seguro de sí mismo; sin duda, estaba en capacidad de inquirir algo más profundo para combatir el prejuicio que, sin duda, encrespaba la bilis de Úslar en aquellos aciagos minutos.
Podría haberle demostrado su manejo de la bibliografía del escritor. Pero no. Estaba nervioso y no se le ocurrió otra cosa sino lo del número de libros alojado en la bendita biblioteca. En fin, la incomodidad se instaló entre ambos y Úslar aprovechó la pregunta para ensayar un nuevo desplante. A los pocos minutos, azorado y disminuido, nuestro héroe empequeñecido abandonó la casa sin terminar la entrevista.
Es una derrota. Lo es porque el periodista debe tratar por todos los medios de llevar a feliz término su trabajo. Sin embargo, creo que nada como ese episodio retrata mejor la zona de la personalidad de Úslar carcomida por la soberbia.
E sta historia la he repetido para hablar de la delicadeza que encierra una primera pregunta ante un entrevistado difícil. El personaje que motiva este relato de un encuentro frustrado, epítome de fuente difícil donde las halla, lleva nombre de mito literario y raigambre de mantuanaje Fue Arturo Úslar Pietri, en especial desde el punto de vista del co-protagonista de esta historia, no sólo representación personificada del mantuanaje criollo sino, para ponerlo en términos de correspondencia con el momento en que este hecho ocurre, estandarte del grupo de notables que, desde una derecha no tan soterrada, en buena medida contribuyó con el clima de la antipolítica que marcó los años noventa en Venezuela. Eso era para el entrevistador el Úslar Pietri que cumplía noventa años: un oligarca de fuste intelectual.
Resulta que el colega periodista, hombre honesto en su oficio y en su vida privada, tuvo que relevar a un compañero de Redacción cuando laboraba en un popular vespertino caraqueño. El hombre había caído enfermo pero la cita con Arturo Úslar Pietri estaba hecha y no era cuestión de desperdiciar la oportunidad de entrevistarlo en ocasión de su cumpleaños número noventa. Este amigo, de extracción humilde y de pensamiento más bien izquierdoso, había pasado por mil esfuerzos y penurias para sacar adelante la licenciatura en Comunicación Social en una universidad caraqueña. Nunca ha sido una persona extrovertida, ni desenvuelta en un marco extraño a su condición natural. O sea, nunca ha sido hombre mundano. A cambio, es poseedor de un espíritu crítico a toda prueba; además, es de los que desempeña su trabajo a carta cabal, sabiendo lo que busca en cada fuente. Helo allí, un día de semana como otro cualquiera, dispuesto a enfrentar la delicada misión de tomar por asalto al intelectual vivo de mayor crédito en las letras venezolanas.
Se encontraba Úslar cobijado en su retiro particular, un caserón en una arbolada urbanización capitalina. Nuestro amigo fue recibido con cortesía e invitado a sentarse no muy lejos de la puerta, un sitio desde donde se divisaba la prolija biblioteca del autor de Las lanzas coloradas.
Un caserón imponente como escenario, un reportero con poco roce social, una efigie de las letras frente a él. Tales, los componentes del drama.
Pasemos al tiempo presente, como si estuviéramos viendo la escena en estos momentos: la actitud inicial de Úslar es de cortesía algo distanciada. La primera pregunta del periodista, sobre su longevidad: cómo se mantiene usted en tan buen estado, doctor Úslar. El interlocutor responde que lleva una vida austera. A su vez, el autor de Barrabás le pregunta al visitante por su apellido; perdone, no lo escuché con claridad. Al repetírselo, Úslar no oculta su extrañeza pues no halla conexiones en la vasta genealogía criolla que maneja en las distintas regiones del país. Advierte el periodista, quizás un tanto azorado al no saber qué decir, que en principio no estaba destinado a realizar la entrevista pues el redactor originalmente designado había sufrido un percance.
No habrá margen para dar marcha atrás pues la efigie no lo permitirá. «En realidad no tengo orden establecido para las preguntas» es la segunda confesión del humilde reportero. Úslar, en ese momento, ha debido comenzar a sospechar que le han enviado a alguien nada digno de su investidura.
A los pocos segundos se produce la reacción de Chernobyl. De improviso, afirma que el cuestionario quizás se lo han redactado previamente. Y añade: «Por cierto, ¿sabe quién soy yo? He escrito cuentos que han marcado un hito en la literatura venezolana y soy el único venezolano ganador del premio Rómulo Gallegos, ¿lo sabía?», inquiere con saña.
A partir de entonces la entrevista es un calvario. Aquel primer traspié (confesarle que no era la persona originalmente designada para este trabajo) ha quedado como una mancha rebelde, imposible de quitar. Hay un momento en que Úslar deja caer las virtudes de otro reportero del diario, echándolo en falta como quien añora el talento ante una demostración de insuficiencia y banalidad. Roberto Giusti es su gran referencia. A lo cual contesta nuestro héroe caído en desgracia: «Si usted cree que yo no estoy capacitado, dejémoslo hasta aquí».
Sin embargo, el diálogo continúa unos minutos más y nuestro amigo comete un nuevo error. Un error que, en otras circunstancias, habría pasado como una pregunta banal pero curiosa e incluso simpática: fue algo así como «¿cuántos libros tiene usted en su biblioteca?». Probablemente no la hubiese hecho de encontrarse seguro de sí mismo; sin duda, estaba en capacidad de inquirir algo más profundo para combatir el prejuicio que, sin duda, encrespaba la bilis de Úslar en aquellos aciagos minutos.
Podría haberle demostrado su manejo de la bibliografía del escritor. Pero no. Estaba nervioso y no se le ocurrió otra cosa sino lo del número de libros alojado en la bendita biblioteca. En fin, la incomodidad se instaló entre ambos y Úslar aprovechó la pregunta para ensayar un nuevo desplante. A los pocos minutos, azorado y disminuido, nuestro héroe empequeñecido abandonó la casa sin terminar la entrevista.
Es una derrota. Lo es porque el periodista debe tratar por todos los medios de llevar a feliz término su trabajo. Sin embargo, creo que nada como ese episodio retrata mejor la zona de la personalidad de Úslar carcomida por la soberbia.
L os años recientes, en Venezuela, colocaron de forma más que evidente, diría que estridente, la presencia de los medios de comunicación como parte del conflicto político nacional. Han sido parte tan consustancial de dicha crisis que a la hora en que mediadores internacionales convocaron una mesa de negociación y diálogo, fueron llamados a ésta los representantes de las principales empresas privadas y estatales del mundo comunicacional. En Venezuela, están aún por reflexionar a fondo, en la simbiosis conflicto-comunicación, temas tales como la proliferación de hechos de violencia contra periodistas y medios de comunicación, la generación de nuevas entidades de comunicación desde el Estado sin que se haya definido una política pública en el sector, o la preeminencia que tiene la imagen televisiva en la acción y gestión presidencial de nuestros días.
Partimos de una constatación más que evidente. La presencia de los medios en la escena política venezolana ha tenido un nivel protagónico, especialmente si miramos el período en el que se intensificó la acción opositora, a partir de diciembre de 2001, y hasta agosto de 2004, cuando el referéndum pone punto final, a nuestro modo de ver, al asunto de la legitimidad de que Hugo Chávez ejerza la presidencia. Son puntos significativos de este período la parcialización mediática con las banderas de la oposición, y tenemos hechos que pasarán a la historia de forma lamentable como el silencio informativo de abril de 2002 y la saturación informativa de los días del paro. De años más reciente destaca como gran telón de fondo la estrategia oficial de consolidar una hegemonía mediática estatal.
Cuando se revisa la literatura en éste ámbito, se constata que tal posicionamiento político (y que tiene su contracara en la a todas luces excesiva parcialización del canal del Estado), no es nuevo ni necesariamente exclusivo de Venezuela. Los medios están en la escena política de nuestros días, son un actor más, con responsabilidades específicas por su naturaleza, pero es impensable que en un contexto de polarización, en el cual también las entidades públicas se alinearon con una causa partidista, ofrezcan una mirada aséptica sobre lo qué pasa en el país del cual son parte.
Hace algunos años, en el completo trabajo que recoge la historia contemporánea de nuestros medios impresos, Eleazar Díaz Rangel constató que la prensa había sido colocada en el centro de la arena pública. Los dueños entrevistados, hace más de 12 años, eran ya conscientes de que estaban siendo empujados a otras dimensiones, esencialmente políticas, en su quehacer. Esto se veía alimentado con el debilitamiento institucional y la desazón ciudadana con los partidos tradicionales, ya palpables con el Caracazo de 1989 y los dos golpes de Estado frustrados de 1992.
No pocas veces, en los últimos tiempos, muchos venezolanos se han interrogado sobre el por qué tanta polarización en el seno de nuestra sociedad. Por razones de espacio no se puede abundar en dicho tema, pero sí nos resulta paradigmático revisar otros momentos de conflictividad en el país y ver qué papel habían tenido los medios. De nuevo apelamos a Díaz Rangel, que ha sido un acucioso observador del siglo XX venezolano.
"Casi todos los periódicos estuvieron divididos entre gobierno y oposición.
Apenas hubo espacio para el término medio. No podían, por esas razones, informar con equilibrio sobre lo que ocurría en el país; no podían ser un espejo de la realidad. En verdad, la imagen que reflejaban era una imagen empañada, distorsionada, bastante incompleta". No está hablando el autor de los medios en el año 2002, su mirada es al período que va desde 1936 a 1948, un momento igualmente crucial de la vida democrática nacional. En aquel contexto la polarización mediática era más que evidente.
Para finalizar retomo unas palabras de Tulio Hernández que me parecen esclarecedoras de la doble dimensión mediática en nuestro tiempo. Le cito: "Los medios, hay que decirlo, son un actor político en la medida en que intervienen de manera decisiva y abierta en la toma de decisiones políticas de la sociedad. Pero los medios tienen una condición muy peculiar, pues además de ser un actor político, por demás legítimamente, son los narradores de lo que los demás actores políticos hacen, realizan o confrontan entre sí". Para cumplir a cabalidad con tal misión, en la que se juegan su credibilidad, y ésta según nos recuerda el Tulio no es solamente un factor de mercado sino una función fundamental de soporte de la democracia, es necesario que el ejercicio de esa función ser narrador de las contradicciones entre el resto de actores se cumpla con un mínimo de calidad, transparencia y respeto a los derechos de las audiencias. Para lograrlo, y para preservar su naturaleza independiente, los medios en su agenda política deben marcar distancia tanto de los intereses parcializados de los grupos políticos como los del gobierno. Dicha agenda debe tener como prioridad la defensa de los principios de la democracia y de los derechos ciudadanos.
P areciese que ya es una costumbre de los regímenes socialistas, el falsificar la historia: construir su propia epopeya, para realzar las hazañas de sus protagonistas. La dialéctica marxista por tradición enseña, que es indispensable desarrollar una épica de la revolución para poder entusiasmar a la gente, pero especialmente a los más ignorantes.
Una de las leyendas inventadas para acuñar la nueva historia patria que se esta escribiendo, expone que la revolución bolivariana tuvo su hito primigenio el 27 de febrero de 1989. En esa ocasión, supuestamente, las masas se revelaron con odio contra la opresión y las injusticias sociales. Algunos llegan al paroxismo de manifestar, que ese fue el embrión de una nueva lucha heroica antiimperialista.
Los lamentables sucesos de fines de febrero de dicho año, se incubaron dentro de un periodo innegable de profunda crisis económica-fiscal en Venezuela.
Los precios del petróleo se habían derrumbado en los años anteriores, manteniéndose entre $15 y $20 el barril (que tal cuando se comparan con los precios de los últimos siete años); las reservas fiscales se redujeron al mínimo, la inflación y la escasez de víveres de primera necesidad eran ostensibles y la población humilde estaba atravesando por reales precariedades, generándose un estado de justificada insatisfacción.
El gobierno que apenas se iniciaba, había sido electo con una importante mayoría de votos y para paliar la crisis había anunciado un fuerte programa de reajuste, orientado a corregir los desequilibrios macroeconómicos existentes, como vía para salir de la crisis fiscal e impulsar una nueva fase de crecimiento.
En Guarenas el 27 de febrero, un alza no autorizada oficialmente del precio de los pasajes de transporte colectivo del 30%, genero por la mañana una justificable protesta popular, que se agravo durante el día y la noche, degenerando en saqueos de comercios y quema de automóviles, que requirió la intervención de la Guardia Nacional. Mientras tanto en Caracas, al medio día, en los alrededores del terminal del Nuevo Circo, tuvo resonancia el conflicto originado en Guarenas y más tarde se extendió con saqueos de locales comerciales y quema de vehículos, en el centro de la ciudad y algunas barriadas humildes. Estos últimos sucesos se facilitaron por una huelga de brazos caídos de la Policía Metropolitana por reivindicaciones salariales.
Este estallido social no organizado y liderizado espontáneamente a nivel local en muchos casos, por zagaletones y maleantes, que deseaban apoderarse de lo ajeno, se extendio el siguiente día por vecindarios formales y muchas barriadas.
El efecto demostrativo perverso llego hasta otros centros poblados del interior, creándose en general gran alarma, por las consecuencias imprevisibles que podrían derivarse, sino se reestablecía el orden público.
Ante esos acontecimientos que desbordaron a las fuerzas policiales, al Gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez no le quedó más recurso que suspender las garantías y encomendarle a sus Fuerzas Armadas como era lógico, la restitución del orden trastocado. El Ministro de la Defensa, general Italo del Valle Alliegro, digno oficial de probada conducta democrática y su Alto Mando, en virtud de las órdenes oficiales recibidas y en todo apegados al estado de derecho, procedieron a restablecer la tranquilidad social quebrantada, a través de la estructura de mandos subalternos. Era indispensable calmar la alarma que embargaba a toda la población, ante el súbito estallido y la ola de bandalaje desencadenado.
El balance general de los acontecimientos fue muy lamentable. Se han documentado 276 muertes y un considerable numero de heridos. Los daños económicos también resultaron muy elevados. En Caracas saquearon 900 bodegas, 131 abastos, 95 ferreterías y 912 negocios varios. En el interior se contabilizaron hasta 784 locales saqueados.
En el Caracazo, como también han sido llamados los sucesos del 27,28 y 1º de marzo de 1989, los rebeldes no fueron a manifestar a Miraflores, no fue asaltada una sola oficina pública, ni tampoco la sede de ningún partido político. No fue un estallido contra un régimen oprobioso, como se ha dado a entender. Mucho menos una acción revolucionaria.
¿Como pueden confundirse esos acontecimientos sociales donde tendió a prevalecer la acción de malandrines, con el inicio de una gesta revolucionaria? Esa es otra forma de falsear la historia de Venezuela, a la que nos tienen acostumbrados los no-héroes de la llamada revolución bolivariana. El tiempo futuro habrá de colocar las cosas en su puesto.
Twitter y Facebook han alterado la dinámica de interrelación del hombre en sociedad y producido una mutación que luce irreversible en el ejercicio de la política ARCHIVO
N o deja de ser una ironía: cuando hicieron su aparición las redes sociales, muchas personas esto incluye a muchas personas sensatas- recibieron con un evidente desdén la novedad.
Nada nuevo bajo el sol, se pensaba: una fórmula algo más expedita para forjar ligues y amoríos automáticos a larga distancia. Espacios insustanciales, para exhibirse y socializar en torno a futilidades; galerías comunicacionales para las vanidades y el ego, que partieron de la discutible premisa de que el resto de la humanidad podía tener interés en las apreciaciones personales que un mortal presentado al detal estampara en unos cuantos caracteres.
La muletilla sermoneadora en torno a las inconveniencias de "el ego", por cierto, no deja de tener su costado beato: parece proponer que, como criaturas de dios, los hombres debieran ser celosos custodios de su bajo perfil. Los misterios del entorno no deben ser desentrañados formulando sofismas ni haciéndose preguntas: para eso están las verdades reveladas. Nadie puede tener derecho a estar todo lo informado que le provoque, dejando sentado, además, el talante de sus opiniones personales ante los demás, sin rendirle un inconveniente y censurable tributo a su propio ego.
Mojigaterías retardatarias en torno a las cuales es menester responder con la frase de Savater en su Invitación a la Ética: "el ego es la palanca que permite al hombre apostar por su propia infinitud".
Pues bien: se equivocaron los promotores de esta actitud hastiada y superior. Poco importa, a estas alturas, si el problema de twitter es que se trata de una galería de egos. Y si es tal cosa, en castellano clásico, habrá que agregar que mala leche.
Puede que no sean estas fórmulas definitivas, porque más adelante seguramente aparecerán modelos más sofisticados, pero lo cierto es que, en este estado de la historia, tanto twitter como facebook, así, noveleras y banales, como lucían a primera vista, han alterado para siempre la dinámica de interrelación del hombre en sociedad y han producido una mutación que luce irreversible en el ejercicio cotidiano de la política.
Sobre todo si reparamos en que, luego del declive de las utopías, la política, gracias a las comunicaciones, es una propiedad que, hoy más que nunca, está disuelta en las calles. Una granada fragmentaria cuyas esquirlas han tocado casi todos los ejercicios del devenir humano.
Las redes sociales han sido el paso más certero para articular una forma comunicacional masiva verdaderamente democrática y casi absolutamente horizontal. Su matiz más importante es su naturaleza multidireccional: en este reducto termina la dictadura el emisor. La tutela del aparato televisivo y el titular de prensa prescribiendo criterios sobre usuarios indefensos.
Al quedar modificada la naturaleza del hecho comunicacional, quedan alterados también, de forma colateral, su naturaleza política y su concepción de poder.
En situaciones apremiantes, como sucedió en Egipto, ha evidenciado una naturaleza revolucionaria y potencialmente telúrica, y esta propiedad no hará sino crecer conforme su uso continúe expandiéndose.
La comunicación es cultura; la política su aproximación más fiable; el poder político su desiderátum natural. Cuando todo ciudadano está comunicado y ejerce de forma soberana su fuero personal puede plantarle con solvencia cara a la modernidad. En un severo entredicho quedan los prejuicios, las consignas prefabricadas, los fetiches ideológicos. Todas las estupideces reñidas con la transparencia informativa y el progreso que se enmascaran bajo la engañifa de la tradición.
Constituyen las redes, además, el mentís más acabado a la jerigonza marxista, aún residual en estos predios, que insiste en postular que la comunicación de masas y las opiniones de las mayorías están y estarán irremediablemente gobernadas por corporaciones económicas que minan sus voluntades e imponen sus intereses de forma unidireccional sobre los demás, y que pretender la interactividad entre el emisor y el receptor en las comunicaciones del futuro es una ingenuidad.
Queda por completo rebasada, pues, esa incompleta aproximación inicial que tiene a las redes sociales como vectores exclusivos para conquistar amoríos o promover fruslerías en cadena.
Es éste, como la televisión y la prensa, un instrumento, que como tal tiene sus condiciones y sus límites. No va a conocer su ocaso porque "pase de moda", como creen algunos, o porque la gente se fastidie de usarlo cotidianamente: ha quedado demostrado con los hechos que basta que se produzca una noticia de impacto o alguien tenga un interés especial en dar a conocer una información para que cada quien le encuentre un nuevo significado.
El gobierno se hizo el harakiri al pretender vender una gestión linda y bella que no se ve por ningún lado ARCHIVO
L a intervención de los ministros en la Asamblea Nacional fue muy contraria a los objetivos del gobierno. Fue un fly al cuadro. Y no es que la oposición los pegó contra el piso y deslució a los jefes chavistas a punta de irrefutables e incisivas preguntas. Ellos mismos se hicieron el harakiri. Se pasaron de maraca. Les dio por vender una gestión linda y bella que no se ve por ningún lado.
Fue un exceso de show. Quisieron deslumbrarnos con un despliegue de números y lo que de verdad hicieron fue quedar como unos mentirosos. Intentaron presentar una obra de gobierno súper eficiente cuando en la calle lo que siente la gente es inflación, delincuencia, huecos y pura mala vida.
12 años, un realero gastado y la sensación en las masas es que se nos fue el autobús y perdimos un gran chance. Estos señores gastaron el dinero del boom petrolero en repetir el mismo cuento del socialismo de siempre. Sin mejoría. Peor, con los mismos errores del pasado y sin avanzar de verdad un milímetro en la idea de democratizar más la toma de decisiones y el protagonismo de las mayorías.
Puras recetas viejas, expropiaciones y estatismo. En Venezuela se retrocedió y el poder está concentrado más hoy que antes. Sin embargo, los ministros nos presentaron logros gigantescos, full billete y éxitos en todas las áreas. Pensaron ellos que a punta de videos, bulliciosas barras e interminables cadenas se la estaban comiendo, sacando la pelota del parque. Nada que ver. Se les revirtió el abuso de poder y en vez de una tremenda gestión lo que vimos por televisión fue el renacimiento de Pinocho.
La primera interpelación causó sorpresa, hay que reconocerlo. La última... sueño. Qué fastidio, aquel despliegue de cifras, graficas y de jaladera al comandante Presidente. Es inocultable que la audiencia huyó despavorida de las cadenas y del aburrimiento. Sólo un porcentaje pequeños de radioescuchas y televidentes se caló aquella interminable tortura en que se fueron convirtiendo las interpelaciones.
Repetir el esquema, el mismo tipo de presentación, en todas las sesiones de la AN, lo que hizo fue generar la sensación de que estábamos viendo una y otra vez la misma película. Una copia que iba empeorando hasta quedar casi en blanco.
La más reciente encuesta del Ivad habla de una caída en la credibilidad del Presidente en el orden de 64%. Así como una investigación anterior registró que el manejo de los damnificados le sumó unos cuantos puntos al gobierno, la oferta de viviendas para todos que hizo el líder del proceso recientemente, generó la impresión de que nos estaban cayendo a coba.
Puede que el gobierno haya conseguido posicionar la idea de que su perfil es indudablemente democrático asistiendo a rendir cuentas en el Parlamento. Sobre todo en el exterior. No dudamos que mucha gente por las interpelaciones y por la manera en que se resolvió la huelga estudiantil, esté creyendo que Chávez ahora es un hombre de diálogo y no un autoritario como suelen decir quienes viven criticándolo.
Eso es importante, sobre todo después de lo que está pasando en el Medio Oriente. El mundo ya no quiere nada con los autoritarios. Kadafi ha superado burda a Milosevic y a Pinochet, en medio del rechazo mayoritario y absoluto al continuismo, Chávez hace bien intentando colocarse en la acera del diálogo. Le va a costar mucho, camino al 2012, que los electores no lo vean como uno más de estos enfermos, capaces de cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder.
Eso entra al balance de las cosas que el gobierno podría asumir como positivas como resultado de la interpelación de los ministros. De igual manera, también ha quedado claro que el chavismo vive en un sueño.
Envidiamos la capacidad mediática del gobierno y su profesionalismo como propagandista. No tapan un hueco pero, son una maravilla haciéndonos creer que lo hacen. Aun así, como en el cuento aquel, el rey ha quedado desnudo frente al auditorio.
El gobierno luce mentiroso. Así sea Chávez el mejor orador, el líder más afectivo y cautivador del planeta, se ve difícil que pueda revertir la tendencia que muestran las encuestas y que quedó en evidencia después de horas de cadenas en el Parlamento.
Bueno, la liberación de presos y el diálogo con los estudiantes. Felicitaciones a la ministra de Educación por haber ido a la UCV y discutir el presupuesto con autoridades y estudiantes. Dios quiera y esa política siga y se mantenga. Pero dudamos que con sólo unos pocos gestos, sin obra, se pueda revertir la pérdida de emoción, la desesperanza que hoy genera el discurso del Presidente.
Más cuando el gobierno mismo se encarga de dejar en evidencia, en cadena nacional, con todo su gabinete, que el país donde ellos viven... no existe.
La gracia de los estudiantes chavistas terminó en morisqueta
N o se por qué, mientras veía las imágenes de los presuntos, supuestos, hipotéticos estudiantes Alejandro González y Franklin León, armados de una parrillita, cuatro bistecks y dos chorizos, pretendiendo almorzar frente a los huelguistas instalados en la OEA, se me vino a la memoria fragmentos de un bellísimo poema de Víctor Valera Mora (y que me perdone donde quiera que se encuentre), donde "el Chino" se preguntaba: "¿En qué piensa una mujer que recién ha hecho el amor? ¿Cómo ve el rostro de los demás y los demás cómo ven el rostro de ella?...
¿De qué modo se sienta una mujer que recién ha hecho el amor?..." Quizás fue la indignación inicial lo que hizo, para mi salud emocional, que esa maravilla de poema se me atravesara en la vía. Pero al rato, cuando los presuntos supuestos estudiantes gobierneros tuvieron que salir de la OEA con el chorizo entre las piernas, sentí que algo racional encajaba finalmente entre las preguntas de Valera Mora y aquella estupidez "política" que muchos observábamos boquiabiertos: ¿En qué piensa un hombre, me dije plagiándome descaradamente la idea del "Chino" Valera Mora, que envía dos peleles a cocinar frente a unos estudiantes que llevan 23 días en huelga de hambre? ¿Con qué cara verá el rostro de los demás luego de su fracaso y cómo lo verán de aquí en adelante? ¿Sus amigos del Puvs se reirán a sus espaldas, le retrasarán el pago a través de quién sabe cuál Ministerio, será el hazmerreír de sus vecinos, de sus compañeros de pupitre? ¿En que pensaba mientras compraba el solomo, el carbón de la parrillita (todo un detalle, por cierto, como si supiera en el fondo de su alma que sus comensales son minoría)...¿Se imaginaba llegando al partido con aquella cara de "me la comí"? ¿Vislumbraba los titulares en la prensa destacando que "Los Parrilleros derrotaron a los huelguistas", ¿Supondría que algunos estudiantes huirían despavoridos mientras otros no aguantarían el hambre y se venderían al socialismo por un trozo de morcilla? ¿En qué rincón se esconde ahora quien les dijo a los parrilleros que respondieran a la prensa: "Podemos hacer parrilla y lo que nos de la gana", como teorizó antes de su huida el presunto estudiante León. "Vinimos a hacer una parrilla para invitarlos al debate de las ideas", según argumentó González, poquito antes de que se le enfriara el carbón y el guarapo.
"...la felicidad es un viaje por barco..." volví a recordar el poema de Valera Mora no sólo porque los huelguistas anunciaban lo que sabemos sino de imaginarme la cara estupefacta del Ministro El Aissami constatando, en vivo y directo, que ni siquiera en su partido son capaces de poner orden.
E n las efemérides venezolanas se menciona muy poco, de modo circunstancial, el 2 de marzo de 1811, sin otorgarle la jerarquía que tiene en los anales republicanos. Si se tratase de una batalla o de una escaramuza militar de los discípulos de Pedro Carujo, probablemente sería celebrado con cohetes, bengalas y tambores. Pero fue un episodio de la república civil, y eso explica la indiferencia. El 2 de marzo de 1811 se reunió en Caracas el primer Congreso de la República y fue ese Congreso el que, tres meses después, luego de arduos debates y explicables incertidumbres, declaró la Independencia de Venezuela.
Estamos en vísperas del bicentenario, y como si aquí no hubiera sucedido nada. Si se tratase de una asonada o de un intento de golpe militar como el del 4 de febrero de 1992, las Fuerzas Armadas se pondrían firmes, atronarían el espacio los bombarderos supersónicos, desfilarían los tanques de guerra y nos aturdirían las metáforas de la jerga castrense.
El Gobierno bolivariano se ha propuesto silenciar la celebración del bicentenario de la Independencia y lo ha logrado. Ha puesto al país de espaldas a su historia. En todos los pueblos de América Latina los bicentenarios independentistas han sido (y son) jornadas de consolidación nacional. Venezuela es la excepción.
Los jerarcas de la revolución piensan que la historia comienza con ellos, y, por consiguiente, nada de lo sucedido en estos 200 años tiene significación. Aquello que no se adapte o concuerde con los esquemas ideológicos de la revolución estará condenado a la oscuridad, como si no hubiera sucedido.
Por eso el 2 de marzo de 1811 pasará inadvertido, y ya vendrán las sombras de la dialéctica marxista a oscurecer los sucesos de julio.
Alegarán que los primeros diputados venezolanos no se desprendían de la lealtad al rey Fernando VII y que, además, "prometieron defender la religión católica y el misterio de la Inmaculada Concepción". En otras palabras, que no eran verdaderos revolucionarios.
No obstante, es pertinente dar una ojeada a aquellos sucesos. La Junta Suprema resignó en el Congreso sus poderes, y éste designó un Poder Ejecutivo plural, integrado por el trujillano Cristóbal Mendoza primer Presidente de Venezuela, Juan de Escalona y Baltasar Padrón. El Congreso también creó una Alta Corte de Justicia, y echó las bases de la política exterior, mientras paralelamente avanzaba el debate sobre el destino de Venezuela y sus relaciones con España.
Ante las dudas y contradicciones que dominaron el Congreso, la dirección de los sucesos se impuso desde fuera.
Tomaron la escena los "hombres de Miranda", como eran llamados Bolívar, Miguel Peña, Sanz, Ribas, García de Sena, Yánez, Roscio, y desde la Sociedad Patriótica se desató la tempestad.
Caracciolo Parra-Pérez anota que Miranda, que poseía el instinto de la agitación y de la experiencia de las revoluciones, juzgó indispensable que el impulso se diera desde fuera, dado que el Congreso vacilaba en tomar la gran decisión.
"Por medio de la Sociedad Patriótica escribió el historiador, de grande ascendiente como vemos sobre las autoridades y el pueblo, crece y se acentúa hasta ser decisiva la influencia del general en los destinos de la revolución.
Hacía años mostrábase el antiguo amigo de los girondinos adversario encarnizado de los extremistas que habían rematado la obra del 89, y predicaba constantemente contra los métodos de terror, de ilegalidad, de tiranía popular cuya víctima fuese él mismo durante su permanencia en Francia".
Los avatares de las revoluciones en que había participado, la norteamericana y la francesa, hicieron de Miranda un hombre cauteloso, aunque resuelto, como lo demostró entonces. Parra-Pérez describe los sucesos del 19 de Abril de 1811, aniversario de la gran jornada caraqueña: "La crónica liberal asegura que a la cabeza del cortejo marchaba el general Miranda llevando en sus manos un pendón amarillo, emblema de los partidarios de la independencia en oposición al rojo que vino a ser divisa de los realistas".
1811 fue un año estelar. La instalación del Congreso el 2 de marzo, un momento decisivo. La temperatura del Congreso y de la Sociedad Patriótica fue tan diversa que se intrigó con la existencia de "dos congresos". Simón Bolívar y Miguel Peña, por su talante intrépido, jugaron papel primordial. Peña, en nombre de la SP, habló ante el Congreso el 4 de julio: "Nosotros detestamos a Fernando VII.
(...) Y que no se invoque contra la proclamación inmediata la ignorancia en que están los pueblos de los sucesos políticos: Caracas, donde se forma y dirige la opinión pública, reclama la independencia".
Por la noche se lee en Historia de la primera República de Venezuela, la capital celebró con entusiasmo la fiesta nacional de Estados Unidos. El 5 de Julio tuvo lugar en el Congreso el debate final. Como primer Parlamento venezolano fue ejemplar por la calidad intelectual de sus integrantes y la integridad moral de quienes sostuvieron tesis contrarias. La decisión de declarar la independencia se tomó con sólo un voto salvado.
Siete Días
Disturbios en Libia y el precio petrolero
A penas se despejaron las preocupaciones sobre un posible cierre del canal de Suez y del oleoducto Sumed al calmarse la rebelión en Egipto, cuando se ha generado un contagio que está afectando a Libia (principalmente), Argelia, Bahréin, Yemen, Irán y Jordania. Allí están ocurriendo manifestaciones en contra de sus respectivos gobiernos. El canal y el oleoducto Sumed juntos constituyen una importante ruta de suministro de cerca de 2 millones de barriles por día (B/D) de petróleo hacia Europa. El mencionado contagio ha resucitado temores de interrupciones en el suministro y de precios petroleros más altos. Durante el pasado fin de semana, fuerzas militares de Bahréin cedieron el espacio de Pearl Square a los manifestantes para evitar mayores confrontaciones y derramamiento de sangre, y comenzar un diálogo con la oposición. En Libia, mientras las protestas se han extendido de Bengasi a Trípoli, el coronel Gadafi en actitud desafiante ha intentado reprimir a las multitudes utilizando helicópteros y aviones militares para disparar contra los manifestantes, lo cual ha provocado renuncias de muchos oficiales y diplomáticos de su gobierno y ha desatado una ola de demandas de que renuncie a la Presidencia. En Yemen, los intentos del presidente Ali Abdullah Saleh de apaciguar a los manifestantes prometiendo concesiones, incluyendo no aspirar a la reelección, no han calmado las protestas. Hace unos días surcaron el canal de Suez barcos de la naval de Irán, en camino a maniobras militares frente a las costas de Siria.
En conjunto, esos países representan 10% de la producción global de petróleo y 10% de capacidad global de refinación. Pero más importante es que colindan con otros productores, incluidos Arabia Saudita, Irak y Kuwait, alojan bases militares estadounidenses y están cerca del canal de Suez y el estrecho de Ormuz, a través de los cuales se mueve una parte importante del petróleo global. Entre el Medio Oriente y África del norte suman una tercera parte del suministro mundial.
Aunque hasta ahora las protestas no han afectado la producción, el malestar sostenido está comenzando a tener un impacto. Varias empresas petroleras han sacado de la región al personal no esencial, las huelgas amenazan con cierres de instalaciones de operación, y se ha reportado un anuncio reciente de force majeure sobre las exportaciones.
En consecuencia, las percepciones de riesgo político y los precios petroleros han estado en franco aumento.
Los precios han saltado hasta 108 $/barril, también debido al frío y a un aumento de destilados en Europa, que se han combinado para convertir el crudo Brent en favorito.
Pero sin duda la continuación y ampliación de las protestas le han añadido un premium de riesgo al precio del Brent.
Sin embargo, tanto la capacidad de producción cerrada como la capacidad de refinación y robustos inventarios son más que adecuados para compensar cualquier interrupción en la zona.
Adicionalmente, un factor de especulación, confusión e incertidumbre es la inmensa distorsión que presenta el crudo marcador WTI, el cual ha llegado a cotizarse hasta 18 $/barril por debajo del crudo Brent, debido a la limitada capacidad de almacenamiento en Cushing (este aspecto será tratado en detalle en próxima entrega).
¿Qué anticipar? Los precios continuarán altos (en el orden de 100 $/barril) y podrían dispararse si llegaran a complicarse los disturbios, aunque no hay razones estructurales para que los precios continúen subiendo. Si no ocurriera ninguna interrupción grande, los precios tenderían a moderarse bajando hasta llegar a 80 $/barril para finales de año. Pero pudiera ser necesario que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (o específicamente Arabia Saudita) eleve la producción para calmar el mercado, cosa que no parece estar clara, tal como se desprende de recientes declaraciones del ministro saudita Alí Naimi, al decir: "El problema no es de suministro, sino de especulación".
Veremos.
Siete Días
Opiniones
Las fotos que se quedan vacías
Que la gente tome por su cuenta el restablecimiento de la democracia no es un asunto de geografía. Ha sucedido ya en América Latina no pocas veces
C omo parte de la intensa jornada con que se celebró en Bogotá el centenario de la fundación del diario El Tiempo, me tocó compartir con José Miguel Insulza, actual secretario general de la Organización de Estados Americanos, y con Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, el panel de discusión acerca del futuro de la democracia en América Latina.
Las preguntas que pueden plantearse son atractivas, además de fundamentales. ¿Hemos avanzado lo suficiente en el camino hacia la conquista de la democracia como sistema de vida, sin vuelta atrás? ¿Será el siglo veintiuno el siglo de la consolidación democrática? ¿Tenemos todos, gobiernos y ciudadanos, una sola visión de la democracia? ¿Ha desaparecido el caudillismo que desprecia las reglas constitucionales y el orden legal, o por el contrario, sobrevive como un fantasma del viejo pasado? Que ha habido progresos fue algo en lo que los tres panelistas estuvimos de acuerdo. Quienes quieren quedarse para siempre en el poder, acomodando a su antojo las leyes, y despreciando y manipulando la Constitución, no son la regla sino la excepción, y son los que sin duda están expuestos a los vientos de cambio que hoy día soplan con inusitada fuerza desde oriente, esas rebeliones ciudadanas que llenan las plazas y no cesan sus airadas protestas, día tras día, noche tras noche, hasta que el tirano que se cree eterno tiene que marcharse por la puerta de la cocina huyendo de las iras populares.
Que la gente tome por su cuenta el restablecimiento de la democracia no es un asunto de geografía. Ha sucedido ya en América Latina no pocas veces, prueba de que cuando hay anomalías y vicios en el ejercicio del poder es la gente en las calles quien se encarga de corregirlos. Los ejemplos sobran. Entre las más preciadas de mi colección de fotos históricas tengo una de la Cumbre de jefes de Estado de la OEA celebrada en Panamá el 22 de julio de 1956, a la que asistió el presidente Dwight Eisenhower de Estados Unidos. Eran los tiempos dorados de las repúblicas bananeras, cuando los hermanos Dulles, uno desde el Departamento de Estado, el otro desde la CIA, ejercían a plenitud su señorío, y sostenían y quitaban gobiernos, como había ocurrido dos años atrás con el derrocamiento del presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz.
Allí aparece sentado a la mesa de la cumbre, precisamente, el coronel Carlos Castillo Armas, dictador de Guatemala, sustituto de Arbenz. Uno contempla esa foto y todo aquello parece un parque zoológico. Está Anastasio Somoza García, dictador de Nicaragua.
Y Fulgencio Batista, dictador de Cuba. Héctor Bienvenido Trujillo, hermano del Generalísimo Rafael Trujillo, quien suele prestarle la presidencia decorativa de la República Dominicana como deber fraternal, y está también su vecino, el general Paul Magloire, dictador de Haití. Está el general Gustavo Rojas Pinilla, dictador de Colombia, y sentado a su lado el general Marcos Pérez Jiménez, el dictador petrolero de Venezuela. En fin, hay más, pero la lista se hace demasiado larga.
Ya no aparece en la foto como anfitrión que hubiera sido de la cumbre, el general José Antonio Remón Cantera, dictador de Panamá, porque había muerto asesinado en una conspiración de gánsteres, mientras veía correr a su caballo en un hipódromo. Pero todos los demás piensan que esa foto en la que rodean complacidos a Eisenhower es la prueba de su eternidad. Creen que han quedado congelados allí para siempre, en la foto, y en sus cargos.
Sin embargo, la foto comenzará a despoblarse más rápido de lo que cualquiera pudiera imaginarse, y el primero en hacer mutis por el foro es Somoza, balaceado dos meses después en Nicaragua, y quien, cosas del destino, regresará de nuevo a Panamá en un avión enviado diligentemente por Eisenhower, sólo para morir en el hospital Gorgas de la Zona del Canal; pero logra heredar el poder a sus hijos. A los pocos días, el general Magloire huye de Haití entre huelgas y protestas callejeras, para nada bueno sin embargo, pues quien lo sustituirá es no otro que Papa Doc, François Duvalier.
En mayo de 1957 se derrumba la dictadura de Rojas Pinilla, anunciada por una rechifla que cae como un coro admonitorio sobre su hija Eugenia y su marido en la plaza de toros de Bogotá. Y justo al año de haberse celebrado la cumbre, en julio de 1957, el dictador Castillo Armas es asesinado en Guatemala por un miembro de su guardia personal. Pérez Jiménez saldrá huyendo de Caracas en 1958, en medio del júbilo popular, y al terminar el año de 1959 también saldrá huyendo Batista de La Habana, a buscar refugio en República Dominicana donde Trujillo, que ya ha recibido también al derrocado general Juan Domingo Perón, dictador de Argentina, sucumbirá también a las balas en 1961.
No desaparecieron las dictaduras, es cierto. Vinieron otras, en no pocos casos peores, las dictaduras del cono sur, por ejemplo, o la de Duvalier, o las que siguieron en Guatemala. Todas ellas establecieron el genocidio como regla, los cementerios clandestinos, los desaparecidos. Hoy, cuando vemos al general Videla, el dictador de Argentina, sentado en el banquillo de los acusados, juzgado por sus crímenes, parece un anciano inofensivo que aún no acaba de entender lo que le pasa, como no lo entendió el general Pinochet, el dictador de Chile, cuando vestido de lord inglés recibió en Londres la notificación de que era un reo sujeto a un proceso de extradición.
Y Mubarak, ¿pensó alguna vez que también sería borrado de la foto? No lo pensó, con seguridad. La gente, entusiasta y enardecida, desgarró por todo El Cairo los gigantescos afiches con su efigie, de modo que en las tomas de televisión podemos ver unas veces que sólo le queda la mitad de la cara, o sólo un ojo, o sólo la frente, mientras las manos vindicativas progresan en su implacable tarea hasta hacer desaparecer su rostro para siempre.
Otro dictador de mala memoria, que olvida lo que los pueblos siempre recuerdan
Siete Días
entrevista
Josefina Baldó
"La revolución fracasó porque es puro nombre"
La ex presidenta del Conavi señala que con 30 millardos de dólares se solucionaría el problema de los barrios en todo el país.
"La gente que estaba preparada para contribuir con el proceso fue empujada del Gobierno", advierte
L a casa de Josefina Baldó está asentada en lo que en otro tiempo fue una hacienda de café. El aire campestre que se respira en el lugar surte un efecto relajante. La arquitecta propone que la entrevista se realice en su estudio, al que se llega después de subir unas empinadas escaleras de caracol. Ella las remonta con porte de bailarina clásica. Arriba, la vista es impactante: se divisan unos árboles enormes, que parecieran extraídos de una remota era geológica. Baldó viste pantalón negro, camisa blanca y sandalias negras. Sus uñas están pintadas de rojo. El sello de su personalidad es la elegancia. En una foto en blanco y negro que tiene en su oficina, se le ve en medio de un grupo de estudiantes: la gráfica capta una escena de la llamada renovación universitaria de 1969.
Allí está Baldó, con el espíritu soñador de la juventud y el mismo glamour de hoy. "Nosotros éramos maoístas", dice el arquitecto Federico Villanueva, compañero de trabajo de Baldó, al observar la imagen.
Hija del médico José Ignacio Baldó, pionero en la lucha antituberculosa, y de Josefina Ayala, filósofa, la también urbanista se ha especializado en el tema de la habilitación de barrios y el desarrollo de viviendas populares. De allí que en 1999 recibiera una llamada del entonces ministro de Infraestructura, Luis Reyes Reyes.
Le proponía que se encargara de la presidencia del Consejo Nacional de la Vivienda. Baldó aceptó. Veinte meses después, salió del cargo. En 2004, cuando Julio Montes era el ministro del ramo, la llamaron nuevamente. Al salir Montes del despacho, quedó en el aire.
Más tarde, rompió con la revolución. "La gente que estaba preparada para contribuir con el proceso fue empujada del Gobierno". Cerró filas con el grupo De Frente con Venezuela, integrado por disidentes del chavismo. ¿En qué consiste el programa que propone? ¿Por qué fue abortado? ¿Qué piensa de la promesa del Presidente de construir 2 millones de viviendas en siete años? Baldó se acomoda la camisa. Y arranca.
--Cuando hablamos de un barrio, nos estamos refiriendo a una superficie de 20 o 30 hectáreas y con una población promedio de 9.000 personas. La idea es que ese barrio sea homologable al resto de la ciudad. ¿Qué significa eso? Intervenir en la estructura. Darle servicios: acueductos, cloacas, vialidad, pa