E n 1956 M. King Hubbert predijo que la producción petrolera de Estados Unidos alcanzaría un pico en la década de 1970, para declinar implacablemente. Habiéndose cumplido su predicción, Hubbert lanzó un nuevo pronóstico en 1974, afirmando que la producción petrolera mundial llegaría a un pico en 1995, cosa que no ocurrió. Posteriores estudios de cotejamiento de historia de producción realizados por Richard Nehring en las cuencas Permian en Texas y Valle de San Joaquín en California, dos de las más grandes en Estados Unidos, demostraron que el modelo de Hubbert se quedaba muy corto en la determinación de la producción a lo largo de su explotación. El desatino estuvo en que Hubbert no pudo anticipar el impacto de la tecnología, representado por nuevos métodos de evaluación sísmica, capacidad para perforar más profundo, avances en registros de pozos y nuevas técnicas de recuperación suplementaria del petróleo en sitio. El acierto de Hubbert del pico en Estados Unidos, se debió a una convergencia de circunstancias.
Al igual que en las predicciones de Malthus, los modelos de Jay Forrester y las estimaciones del Club de Roma, Hubbert no pudo vislumbrar el impacto del ingenio humano y la tecnología. Los sucesores de Hubbert (Colin Campbell, Kenneth Deffeyes y Jean La Herrere), pronosticaron un pico mundial de producción alrededor de 2010, cosa que tampoco ha ocurrido.
Por otra parte, está la escuela de la cornucopia, liderada por economistas como Adelman, Simon y Di Gregori y el profesor Vaclav Smil, entre otros.
Su postulado central es que la cantidad de un mineral presente en la corteza terrestre es irrelevante, porque el mundo dejará de consumirlo mucho antes de que se agote. Ello debido a la sustitución derivada de la permanente innovación, a su vez resultante de cambios económicos, por ejemplo, la fibra óptica sustituyendo al cobre.
Durante los últimos 4 años el mercado petrolero ha sido sacudido por gran volatilidad. Entre octubre 2007 y abril 2008, los precios petroleros escalaron desde 80 hasta 147 dólares por barril ($/B). Aunque después colapsaron, ya para finales de 2009 habían aumentado hasta 80 $/B, nivel que en promedio se ha mantenido durante 2010, y en estos días se ha observado una tendencia alcista. Precios petroleros muy altos son asociados en la mente de muchos con una escasez terminal del recurso y con un aumento indetenible de dichos precios. Ninguna de las dos cosas tiene fundamento. Conviene aclarar que no existe tal escasez, porque con los actuales niveles de consumo las reservas probadas durarían unos 50 años y si se suman las probables, más de 90 años. Sin embargo, la premisa de que dichas reservas fluirán para atender la demanda que se anticipa sí podría ser cuestionable, pues todo dependerá de la agenda de los principales países productores.
El ascenso enigmático de los precios durante 2009 (de 35 $/B a 80 $/B), en medio de una profunda recesión, estando la cobertura de inventarios en altos niveles y con más de 100 millones de barriles en inventarios flotantes, demuestra un cambio fundamental en la psicología del mercado.
Implica un reconocimiento de los principales actores, de que precios a 40 $/B no son buenos para nadie, pero tampoco lo son precios de 140 $/B. Esto ha sido expresado claramente por dirigentes de los países productores, entre ellos el monarca saudita.
En conclusión, hay petróleo para muchas décadas y el petróleo es casi insustituible en el sector de transporte. No tenemos que preocuparnos por Hubbert ni por la cornucopia. Las únicas limitaciones potenciales para el desarrollo petrolero son de carácter geopolítico, aunque la prudencia de los sauditas hace presagiar un suministro petrolero estable a largo plazo.