Una semana antes de que el presidente Obama iniciase la gira latinoamericana que le llevaría a El Salvador, Brasil y Chile, la región recibió otra visita menos visible; pero llena de relevancia estratégica. Entre el 9 y el 13 de marzo, el viceministro de Relaciones Exteriores iraní, Behrouz Kamalvandi, realizó una gira que incluyo Quito, Bogotá y La Paz. La coincidencia de fechas entre la actividad diplomática iraní y el viaje presidencial norteamericano sería meramente anecdótica si no fuese porque representa la última demostración de hasta qué punto la República Islámica apuesta por ganar influencia en América Latina. Como señaló en su momento el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, “cuando los países occidentales estaban intentando aislar a Irán, fuimos al patio trasero de EE.UU”.
Muchos académicos y analistas en América Latina y EE.UU. han oscilado entre dos posturas igualmente inconvenientes para entender el impacto de la penetración iraní en la región. Por un lado, la han minusvalorado considerando los esfuerzos diplomáticos, comerciales y militares iraníes como excentricidades propias de un gobierno extremista. Por otra parte, la han visto como una evolución natural e incluso beneficiosa del escenario internacional que implica la llegada de nuevas potencias al continente acompañada de la inevitable pérdida de la influencia estadounidense. La fuerza de los hechos ha desmentido la primera hipótesis que consideraba el ascenso de la presencia de Irán al continente como coyuntural e irrelevante. Hoy, Irán mantiene legaciones diplomáticas en once países latinoamericanos, llevó su comercio con la región hasta los 2.900 millones de dólares en 2008 y está construyendo lazos militares con países como Venezuela, Bolivia o Ecuador.
Para desmentir la visión benigna de la presencia iraní en la región, es necesario mirar a los objetivos detrás del activismo iraní. De hecho, las razones que han llevado a Irán a proyectarse sobre América Latina están asociadas con sus ambiciones nucleares y su competencia estratégica con EE.UU. En este contexto, el primer objetivo de Teherán ha sido construir una capacidad de represalia que disuada a Washington de lanzar un ataque contra la infraestructura de su programa de armas atómicas. Para ello, el régimen iraní ha utilizado la denominada Fuerza Qods de la Guardia Revolucionaria Islámica (Pasdaran), los agentes de la sección de operaciones exteriores del Ministerio de Inteligencia y Seguridad (VEVAK) y los operadores de la organización terrorista libanesa Hezbollah para construir una serie de redes clandestinas a lo largo de la región. Este esfuerzo se ha apoyado en complicidades gubernamentales en países como Venezuela, contactos con sectores de extrema izquierda y alianzas con grupos fundamentalistas surgidos en algunas comunidades islámicas latinoamericanas. En este contexto, las células bajo control iraní tienen la misión de responder con una campaña de atentados en caso de que se produzca un ataque norteamericano.
Pero además, recientemente, Irán parece haber dado un paso más en su esfuerzo por fortalecer su capacidad para amenazar los intereses estadounidenses. El pasado mes de noviembre, el diario alemán Die Welt reveló la existencia de conversaciones entre Teherán y Caracas para el establecimiento de una base de misiles tierra-tierra en suelo venezolano. La instalación sería de carácter binacional y podría albergar misiles Scud B (330 km. de alcance), Scud C (500 km.) y Shahab 3 (hasta 1.500 km.). El plan también prevé desarrollos tecnológicos conjuntos y el envío de militares venezolanos a la Universidad de Sharif, un centro de investigación clave en el programa de misiles y armas nucleares iraní.
Al mismo tiempo, Irán ha desplegado un esfuerzo por “deslocalizar” fuera de su territorio activos estratégicos. De este modo, el régimen de los ayatollahs espera que dicha infraestructura permanezca a salvo de un posible ataque estadounidense o israelí. Dentro de esta estrategia, América Latina juega un papel relevante. Así, el proyecto iraní de construir una refinería en el sur de Ecuador permitirá a Teherán contar con una instalación capaz de sintetizar derivados del petróleo. Un tipo de infraestructura escasa en Irán cuya destrucción podría secar las fuentes de gasolina del país. Pero sobre todo, Irán ha buscado transferir al exterior actividades asociadas con la producción de uranio. En 2005, el gobierno venezolano firmó con la compañía iraní Pars Kani un acuerdo para realizar un censo de los recursos minerales del país. Posteriormente, en 2008, un nuevo contrato otorgó a la minera persa Impasco los derechos sobre un supuesto yacimiento aurífero en el Estado de Bolívar. Como señala un artículo publicado el pasado octubre en Foreign Policy por el ex –Secretario de Estado Adjunto para el Hemisferio Occidental, Roger Noriega, esta zona coincide con un enorme depósito de uranio. En consecuencia, parece más que probable que sea este mineral, y no oro, lo que están explotando las empresas iraníes.
Entretanto, Teherán ha convertido América Latina en una enorme brecha a través de la que violar las sanciones decretadas por la ONU para forzarle a abandonar su programa nuclear. En diciembre de 2008, el diario italiano La Stampa reveló como vuelos de la aerolínea venezolana CONVIASA estaban siendo utilizados para entregar a Irán computadores de control numérico empleados en los sistemas de dirección de misiles de largo alcance. Pero además, la República Islámica se está apoyando en sus aliados de la región para romper la resolución 1747 de la ONU que le prohíbe exportar armamento. Esta es la lógica detrás de los esfuerzos iraníes para desarrollar programas de cooperación militar con países como Venezuela o Ecuador. En realidad, estas iniciativas son canales para que Teherán pueda continuar vendiendo armas empaquetadas como si fueran producidas por otros. Un ejemplo de cómo podrían funcionar estos esquemas tuvo como víctima a Uruguay. En 2007, la empresa militar venezolana CAVIM se presentó a una licitación para vender 18.000 fusiles de asalto a las fuerzas armadas de Montevideo. La venta se paralizó cuando el gobierno uruguayo descubrió que en realidad los fusiles eran de fabricación iraní y la compañía de Caracas sólo se había prestado a servir de intermediaria en una venta ilegal.
La República Islámica también ha trasladado a América Latina su estrategia para promover el fundamentalismo en Oriente Medio y aislar a Israel. Así, en marzo de 2007, el gobierno iraní organizo en Teherán un encuentro entre el canciller venezolano Nicolás Maduro y representantes del movimiento islamista palestino Hamas, una organización incluida dentro de las listas de grupos terroristas de EE.UU. y la Unión Europea. Posteriormente, en enero de 2009, Irán jugo un papel clave en la decisión de Venezuela y Bolivia de romper relaciones diplomáticas con Israel a raíz de la intervención del ejército hebreo en Gaza en respuesta a una cadena de ataques terroristas contra su territorio. De hecho, la decisión del gobierno de Evo Morales fue anunciada justo después de una reunión del presidente boliviano con el ministro de Cooperativas iraní, Moahammad Abbasi.
Con este panorama, la verdadera cuestión es por qué la entrada de Irán en América Latina ocupa un lugar tan bajo en la lista de prioridades del gobierno estadounidense. La explicación probablemente descansa en la decisión de la administración de Obama de evitar abordar un desafío que sin duda implicaría asumir una posición más dura con países como Venezuela o Bolivia. En cualquier caso, el presidente norteamericano debería ser consciente de que aplazar el problema solo conducirá a su agravamiento. Irán ha construido una red de complicidades en América Latina sobre las que puede apoyarse para desplegar recursos militares o realizar actividades terroristas con efectos dramáticos para la seguridad hemisférica. Con alguna frecuencia, Obama ha sido comparado con Franklin Roosevelt. Un paralelo que los partidarios del presidente siempre han parecido disfrutar. Con seguridad, la mayoría de ellos han olvidado como Roosevelt reaccionó a los intentos nazis de penetrar en América Latina durante los años 30 con una ofensiva sin concesiones que expulsó a Alemania del Hemisferio. El actual mandatario estadounidense debería recordar este ejemplo histórico mientras visita la región.
--
Publicado por Blogger en ASERNE EN VENEZUELA el 3/22/2011 09:35:00 AM