Miles, quien sabe si hasta un millón de razones, debe tener Miguél Salazar para defender al golpista y narcófilo Henry Rangel Silva. El pseudo-periodista critica “la alharaca” que se ha formado con las declaraciones del militar traidor, ahora General en Jefe. Afirma que lo que dice Rangel Silva “es sano” y lo encuentra “amparado por la Carta Magna”. Esto da ganas de reír y, al mismo tiempo, asombra por lo indigno.
Salazar no sabe leer. Dice que lo que Rangel Silva ha manifestado es “su opinión” y “su desacuerdo” sin que ello signifique que se va a levantar en armas. Pero lo que dijo el golpista es que “ni el pueblo ni mucho menos la Fuerza Armada aceptarían un gobierno de oposición”. Esta pachotada ilógica se cae por su propio peso por cuanto un gobierno victorioso en elecciones tendría, por definición, la aprobación del pueblo. Y el golpista, indiciado por su cooperación con el narcotráfico, no debe ni puede hablar en nombre de la Fuerza Armada.
Lo que ha dicho Rangel Silva es traición y golpismo. Y Salazar está cuadrado con él con todo descaro. “No pretendo defenderlo”, dice con desparpajo. Pero, para Miguél Salazar, Rangel “no ha dicho nada que sea inconstitucional”.
El periodismo desvergonzado ha existido en todas las dictaduras. Los Salazares han existido en las épocas más negras de nuestra historia política, adulando, chupando, arrastrándose ante el poder ilegítimo. Salazar es un vasallo que tiene el descaro de confundir traición a la nación con “lealtad” hacia un proyecto o un hombre.