Imperdible columna de Jaun E Pardinas publicada hoy por Reforma
Juan E. Pardinas
(19-07-2015).- En el siglo XXI, el destino económico de un país dependerá de su capacidad de adaptación a los cambios en los mercados, la tecnología y los comportamientos sociales. Las naciones, como las especies, tienen que reformarse y evolucionar para sobrevivir. Esta semana, la realidad le ha puesto a México una serie de duras pruebas de adaptación y los resultados son preocupantes. La Ronda Uno para asignar contratos de exploración y explotación de petróleo fue en esencia nuestro examen de ingreso al orden energético global. La regulación de Uber demostró que el peso corporativo de los taxis pudo más que la voluntad de subirnos al tren del cambio tecnológico. La fuga del Chapo demuestra que México tiene la misma capacidad de adaptarse al mercado internacional de las drogas que un tiranosaurio rex a la caída de un meteorito en la península de Yucatán. Buscamos las respuestas en la historia y en la inercia, cuando las soluciones dependen de poder dejar el pasado atrás.
Durante décadas nos preocupamos que intereses extranjeros se querían enriquecer de la explotación de nuestro petróleo, pero cuando tiramos los muros a la inversión privada sólo dos invitados aceptaron la invitación a la fiesta. Ocho de los 14 bloques petroleros licitados en la Ronda Uno ni siquiera recibieron una sola oferta. No es lo mismo hacer un concurso con el barril a 100 dólares que a 50. La desangelada Ronda Uno demostró una asimetría en la percepción del valor de nuestra riqueza petrolera. Como sostiene el analista energético Gonzalo Monroy, la secretaría de Hacienda supuso que el valor comercial del petróleo en el subsuelo era muy superior a lo que estimaron las empresas. Después del acuerdo nuclear entre EU e Irán, este país del Medio Oriente anunció que en los próximos cinco años espera duplicar su producción de 3 a 6 millones de barriles. Para lograr esta meta, Irán busca forjar acuerdos y contratos de inversión privada similares a los que ofrece México. Esperamos décadas para abrir nuestro sector energético a la inversión privada. Dejamos pasar la era del petróleo caro. Nos adaptamos tarde.
El gobierno del Distrito Federal acaba de encarecer, perdón, regular el servicio de Uber y Cabify en la Ciudad de México. ¿Por qué sólo se permitirá usar coches con valor superior a 200 mil pesos? Cada vez que uses el servicio, en algún lugar de la tarifa, tendrás que pagar, en el futuro, como usuario el costo de este obstáculo a la competencia. Los choferes que se quieran autoemplear en Uber tendrán que pagar créditos más altos por autos más caros y el servicio se volverá, aún más, un lujo para chilangos privilegiados. Con este criterio, el GDF le puso un bache y un tope a la avenida por donde pasa la modernización tecnológica del transporte urbano.
Esta semana, mientras El Chapo se fugaba de una cárcel en el Estado de México, Barack Obama entraba a una penitenciaría en Oklahoma. Por primera vez en la historia, un presidente de Estados Unidos pisaba un penal. Obama escogió ese escenario para anunciar una reforma al sistema carcelario de su país. La iniciativa busca devolver la libertad a personas sentenciadas por venta de drogas, que no han cometido crímenes violentos. Mientras en varias partes de EU las personas compran y consumen legalmente mariguana, aquí las seguimos persiguiendo y encarcelando. El Chapo es un delincuente con una historia de violencia que se cuece aparte. Sin embargo, ante las evidencias de lo que sucede en EU y los túneles en nuestro subsuelo sería tiempo de que México empezara a pensar y actuar diferente. La legalización de las drogas no es una panacea, pero la prohibición sólo ha empeorado los riesgos de corrupción en el Estado mexicano. Una autoridad que no logra controlar a su reo más vigilado en un penal de 26 hectáreas quiere castigar la producción y venta de drogas en un territorio de dos millones de kilómetros cuadrados. Llegamos tarde a los cambios. Nos adaptamos a caminar, cuando el mundo y la evidencia nos exigen correr.