Sólo una postura firme puede poner en su sitio al dictador que utiliza viejos clichés antiimperialistas para perpetuarse en el poder
Día 11/10/2010
MIENTRAS el Ejecutivo que preside Rodríguez Zapatero mira para otro lado, cada día aparecen nuevos datos que reflejan la actividad de los etarras en Venezuela. El «socialismo del siglo XXI» que proclama Hugo Chávez ofrece algo más que tolerancia a los pistoleros de ETA. Existe, en efecto, un apoyo activo a base de subvenciones y facilidades para el funcionamiento de determinadas asociaciones que apenas ocultan su origen y sus fines bajo el manto de la «ayuda» al pueblo vasco. Como es evidente, los vascos no necesitan ningún apoyo político puesto que —como los demás españoles— viven en una democracia constitucional que garantiza plenamente los derechos de todos los ciudadanos. Los únicos que actúan contra la vida y la libertad son los terroristas que cometen sus crímenes en nombre de una ideología totalitaria. Hoy informa ABC sobre el refugio que el régimen de Caracas otorga al menos a treinta criminales que se adscriben al sector más «duro» de la banda, partidario de mantener la «lucha armada» al margen de cualquier hipotética negociación de naturaleza pseudopolítica. ETA sigue adelante con su negocio sanguinario, que Chávez no tiene ningún problema para integrar en su retórica falsamente revolucionaria al servicio de una imaginaria «liberación» que siempre termina en nuevos recortes a las libertades públicas.
Los esfuerzos de la Audiencia Nacional para desarrollar una investigación eficaz sobre la conexión venezolana de ETA chocan una y otra vez con la negativa de las autoridades chavistas y con la indiferencia del Ejecutivo español, que esconde su debilidad política bajo la excusa de los intereses económicos. Entre unos y otros, los etarras viven allí en su «paraíso» particular, campan a sus anchas por el territorio venezolano y, lo que es peor, reciben subvenciones oficiales para seguir adelante con sus proyectos siniestros. El triunfo del Estado de Derecho sobre la barbarie no admite actitudes débiles. Es hora de actuar con energía, como exige la oposición en el Congreso de los Diputados y como reclama la opinión pública, harta de una postura meliflua que acepta con mansedumbre hechos intolerables y explicaciones incongruentes. Sólo una postura firme puede poner en su sitio al dictador que utiliza viejos clichés antiimperialistas en su deseo de perpetuarse en el poder.