No creemos que quepan dudas respecto de las características que ha adquirido la celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo. El clima faccioso es más que elocuente allí donde se mire. Y no es obra de la casualidad. Por más que se haya pintado la gesta como de una gran calidad y de amplísima diversidad e inclusiva, lo cierto es que hubo muchos "cuadros" que brillaron por su ausencia. No hubo estaciones de bombas debajo de la cama de militares, tampoco de cárceles del pueblo, y menos aún de escuelas de entrenamiento de guerrilleros en terceros Estados. No se representó el estallido de la bomba en el comedor del departamento de policía. Ni se mostró el luto obligatorio por la muerte de Eva Perón. Ni el encarcelamiento de Ricardo Balbín. Ni se representó a Alfredo Palacios con una venda en su boca porque no podía hablar por radio. Tampoco se representó el incendio de las iglesias, de la casa Radical, del Jockey Club. Ni apareció una rémora del gran líder gritando en una plaza imaginaria "mañana San Yo". No fue ecuánime ni abarcativo el racconto. Fue sectario y discriminador. La Argentina no está como está únicamente porque un grupo de trasnochados decidió salir a matar gente, a torturarla o a hacerla desaparecer quedándose con sus hijos. El espanto de los vuelos de la muerte no es mayor que el espanto del Coronel Larrabure, confinado en una "cárcel de pueblo" y muerto con un peso de 30 kg. Muchas cosas no se vieron. Y no se trata de discutir posiciones ideológicas ni sostener que tal o cual cosa está bien y tal otra no. Se trata de que hay que mostrar todo, enseñar todo. Mostrar la bajeza de personajes que no se bancaban que ciertos artistas trabajaran en el país. Mostrar el exilio, mostrar la humillación de laburante haciendo cuadras de cola para recibir un juguete de la Fundación Evita junto con las costosísimas estampitas en colores de los líderes en esa época. Mostrar provincias, ciudades, calles, avenidas, monumentos, territorios nacionales, escuelas y hospitales con los nombres de los líderes puestos por ellos mismos. Mucho no se mostró. Mucho se ocultó. Los organizadores y sus dirigentes deberán saber por qué. Pero no creemos que tengan los cojones necesarios como para decirlo.
Hubiera sido mucho mejor recordar la gesta de Mayo y dejar el resto para otra oportunidad. No hay que olvidar que ya el ministro del interior radical Antonio Tróccoli prometió la otra cara del Nunca Más pero tal cara nunca se vio. Y nadie, nunca, explicó seriamente por qué. Nosotros lo decimos con todas las letras. Al que le caiga el sayo que se lo ponga.
Podríamos remontarnos en la historia tan atrás como quisiéramos para encontrar razones de nuestras diferencias y de nuestras divisiones. Pero, por un lado no somos historiadores y por el otro, y más importante que eso, entendemos que es inútil. El quid de la cuestión no lo son las diferencias, sino cómo nos comportamos ante ellas. Cómo convivimos a pesar de ellas.
No tenemos dudas de que el gobierno del matrimonio Kirchner ha elaborado una estrategia que consiste en algo así como dividir para reinar. Le ha dado el dulce a grupos ideológicos que bajo la mascarada de la defensa de los derechos humanos se han encaramado en sectores claves del poder. Les ha otorgado ingentes sumas de dinero y les ha mostrado la zanahoria de las reivindicaciones y la justicia. Les ha dejado hacer y deshacer donde quisieran y como quisieran. Y, a cambio, ha logrado una tolerancia tragicómica ante los evidentes hechos de corrupción, los enriquecimientos ilícitos de funcionarios, el capitalismo de amigos, el abuso de poder, los aprietes, las bravuconadas, los insultos y cuanta trapisonda teñida de perversión se les pudiera ocurrir.
Ni una sola crítica han recibido desde estos sectores casos típicos como el trato dado a las acusaciones de enriquecimiento ilícito del Matrimonio, el caso de la valija de Antonini Wikson, el caso Skanska, la bolsa de dinero de Felisa Miceli, las licencias a Cristóbal López por las máquinas tragamonedas y los casinos, el surrealista enriquecimiento de Ricardo Jaime, el veto a la ley de los glaciares, el loteo a precio vil de los terrenos de El Calafate y mil etcéteras. Esa izquierda naif argentina, que tanto tiene que decir desde siempre de cualquier cosa que tenga visos de corruptela, esa izquierda para la gilada que siempre ha dicho de sí misma que es la dueña de la ética, nada tiene que decir de los cheques sin fondos de la Asociación Madres de Plaza de Mayo o de las barbaridades y burradas que cada vez que le ponen un micrófono delante lanza doña Hebe.
Ojo, y no estamos hablando del sentimiento democrático que esos sectores por naturaleza ideológica no tienen. No. Es decir, no pedimos que sean democráticos porque sabemos que no lo son. Pedimos que sean coherentes y principistas. Que no tengan miedo de perder el soma que les otorga el gobierno. Que no sean tan "lamebotas", para parafrasear al admirado señor del eterno uniforme verde . Pero no podemos esperar eso, evidentemente.
La ahora-sí-independiente justicia argentina le ha otorgado anulaciones de leyes a este gobierno. Le ha permitido volver a juzgar a algunos y dejar en el olvido a otros. Le ha dado hasta el inconcebible crédito de considerar que los crímenes de lesa humanidad son tales según quien los haya cometido. Y ha permitido que corra la prescripción aún en tiempos de indulto, para quienes tal indulto no ha sido anulado. Recordamos que la anulación de las leyes denominadas de obediencia debida y punto final implicó que quedaran sin efecto todas sus consecuencias, como si jamás hubieran existido. Es decir que no ha sido una derogación siquiera. Esta gente, toda esta gente, se ha fregado en la Constitución para avalar la barbarie oficial, con argumentos insostenibles en un Estado de Derecho, tal como por ejemplo la presión militar durante el gobierno de Alfonsín. No queremos abundar sobre ello, pero sí decir que los militares fueron sacados de sus fueros naturales en el comienzo del gobierno del recientemente fallecido ex presidente y que la justicia nada hizo por hacer cumplir la Constitución y las leyes en ese entonces. Y que la presión ejercida por los llamados carapintadas efectivamente existió, pero en una democracia que se precie nadie tiene el derecho de firmar aquello que no quiere. Y acá firmaron varios centenares de políticos que, si seguimos este razonamiento, debemos decir que han sido considerados víctimas y no cómplices. Si los políticos hubieran respetado la ley probablemente no se hubiera llegado a semejante situación, por lo que cabe asignar también a ellos parte de la culpa de lo ocurrido.
Con todo, anular una ley no es un concepto aplicable en un Estado de Derecho. Derogarla sí. Que los responsables del alto tribunal anulen leyes y sus efectos no es un tema menor. Que alguien reniegue de lo existente pese a que la Constitución dice que existe es condenar al acusado a la ley más maligna. Es profundamente antirrepublicano y alguien tiene que decirlo.
De manera que el marco institucional en que nos encontramos es francamente impresentable. Y en él, una celebración como la que estamos comentando resulta cuando menos una vidriera en la cual se muestran los distintos actores de una díscola relación demasiado turbia y demasiado patética.
Así las cosas las Fuerzas Armadas prácticamente no tienen cabida en esta realidad del Bicentenario. La señora presidenta no asistió al desfile en el fin de semana sin argumento alguno y pese a que su presencia estaba señalada en la página web oficial.
Las peleas con el Jefe de Gobierno de Buenos Aires llegaron al punto de que la presidenta decline la invitación a la gala del Teatro Colón. Y dado que la presidenta no asiste, tampoco lo harán los gobernadores, los ministros, el cafetero o quien fuere vinculado con el gobierno nacional. Porque como se sabe ninguno de ellos es capaz de decidir por sí mismo absolutamente nada.
El llamado Paseo del Bicentenario tiene una carga política insoportable. Desde grupos y leyendas típicas de una posición ideológica muy marcada, intolerante y excluyente; hasta actos y presentaciones cargados de un ideologismo de pacotilla. La idea de transformar a los próceres históricos en algo similar a ciertos luchadores actuales es evidente, Un poco a la manera del movimiento revolucionario filo comunista de Nicaragua, que instaló como propios los ideales históricos de Augusto Sandino.
La declamada unión de los argentinos termina siendo un discurso vacuo. La presidenta Cristina Fernández menciona una Argentina que no existe. Que ella y su esposo, por lo demás, han hecho todo lo posible por dividir aún más.
En todos los actos oficiales ha brillado la ausencia de los ex presidentes, por ejemplo. El vice presidente es el peor enemigo de la patria, maltratado e insultado por empleados a sueldo del gobierno y con la anuencia y el beneplácito del Matrimonio. El trato a los opositores se ha puesto de manifiesto una vez más en esta celebración. Aparte del oficio religioso propio en la Basílica de Luján, la asistencia obligada de quienes deben rendir pleitesía a la pareja gobernante ha contrastado manifiestamente con la presencia en el Teatro Colón de gobernadores como Hermes Binner, o el presidente uruguayo José Mujica.
Mientras se dice y se repite que acá se pretende la unidad, se busca la institucionalidad, se celebra en conjunto la americanidad, lo que se ofrece es un panorama triste y dividido, cargado de resentimientos en muchos casos torpes y regresivos. Carentes de entidad.
La persecución a la prensa es elocuente. Los medios oficiales de baja tirada y que casi nadie lee o ve se multiplican de manera asombrosa y se pagan con los dineros del pueblo. Lo mismo ocurre con la programación propagandística de los canales oficiales 7 y Encuentro.
Los clisés vinculados a los llamados pueblos originarios, a los derechos humanos, a la distribución de la riqueza y cuestiones por el estilo se repiten por doquier en la palabra oficial. No es este el momento de poner sobre el tapete cuestiones cargadas de ideologismos, vinculadas a proyectos facciosos y perseguidoras de prebendas y privilegios. La visión política que la Sra. de Kirchner y su grupo pudiera tener sobre estos y otros temas no está relacionada con la celebración de la gesta de Mayo. La introducción de imágenes sobre la "memoria" , o del dictador alemán Adolfo Hitler mezclado con fotografías de Jorge Videla, mientras de fondo giran muñecos representando a las Madres de Plaza de Mayo muestran la clara perversión ideológica en que se incurre aprovechando el recuerdo de la gesta emancipadora de nuestra nacionalidad. ¿Hubo o no hubo crímenes de Estado en la Argentina a lo largo de su historia aparte de los de la dictadura setentista? Claro que los hubo. Los crímenes rosistas por ejemplo. Camila O Gorman. El Padre Uladislao. Pascual Duarte. Los crímenes de José León Suárez. La Mazorca. Tantos crímenes ha habido. Y tantos han quedado raleados por el procedimiento efectista y vacuo de atacar lo que se quiere y omitir lo que daña la imagen.
¿Podría haberse montado una estación con las cuerdas de enfardar para colgar a los opositores? ¿Tal vez la de aquel "por cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de los de ellos? ¿o el pavoroso al enemigo ni justicia?
¿Y un grupo de gente agolpado ante un receptor escuchando Radio Colonia? ¿Y el discurso de Don Alfredo Palacios cuando finalmente el líder le permitió hablar por radio? ¿Y los 24 homenajes de Héctor J. Cámpora a Perón en 1951? ¿Y la clausura y confiscación del diario La Prensa?
¿Se hubiera podido representar un piquete contra una petrolera con un muñeco gigante del presidente Kirchner dando la orden? ¿O a Guillermo Moreno con el campeón de kirk boxing como guarda espaldas? ¿Y a D Elía pegándole desde atrás a un indefenso mientras la policía mira para otro lado, para copar la Plaza de Mayo como esas barras bravas futboleras que creen que el mundo del éxito deportivo de sus equipos se dirime a trompadas y tiros?
Y podríamos seguir y seguir.
No es que no existan vinculaciones entre la ideología nacional socialista y las atrocidades del llamado proceso de los años 70 en la Argentina. No es no deban defenderse los derechos humanos de los pueblos (originarios o no, porque todos somos originarios de la América grande) o cosas por el estilo. Es que se pretende mezclar la historia reciente, que tan especialmente estos gobernantes han mirado y miran de manera sesgada hasta la torpeza, con la historia grande la Patria. Los militares argentinos copiaron la modalidad seguida por los franceses en Argelia, no con la de Hitler y los suyos. Y las Madres de Plaza de Mayo hace rato que vienen siendo representadas por personas como Hebe de Bonafini cuyas manifestaciones públicas contrarias al sentido común más elemental y cargadas de crueldad y odio la ponen más cerca del chaleco de fuerza que de la lucha por la vida y la libertad.
Y podríamos seguir también con otros aspectos por el estilo, pero caeríamos de lleno en el juego torpe de las diferencias que tan patéticamente presenta el actual gobierno mientras habla de unión de los argentinos.
Durante la inauguración de una galería de los patriotas latinoamericanos se presentó un breve filme alegórico en el que se mencionaron muchos próceres, pero no todos. También se mencionó a otros personajes que de próceres nada han tenido y cuyo accionar despótico y hasta criminal puede leerse en cualquier Enciclopedia. Algunos de ellos fueron aplaudidos a rabiar por la concurrencia al acto encabezado por la presidenta. Esa concurrencia no era una concurrencia espontánea de la ciudadanía. No, en absoluto. Era la consabida claque que asiste a los discursos de atril y que está representada en la televisión del gobierno por un grupo de genuflexos a sueldo. Mal comienzo para una galería que, en tren de existir, debería congregar a muchos, muchísimos más. O al menos dejar la puerta abierta a su ingreso. Y al mismo tiempo resaltar en cada caso los pros y los contras de los que resultaron elegidos. No es razonable colocar como prócer a Juan Manuel de Rosas y no hablar de la Mazorca. No es lógico invocar a Eva Perón y no recordar sus diatribas a quienes "no son peronistas". Obviar ciertas cosas es consentirlas. En ese caso mejor sería no hacer nada.