Los burros se han ganado la fama de brutos. El diccionario aclara lo que significa bruto: “Necio, incapaz, violento, rudo, carente de miramiento y civilidad”. Pareciera que estaban pensando en Chávez y su pandilla.
El gobiernucho rojo empezó a hacer cambios hace años. Un día expropiaba una fábrica, otro día una finca, otro día regalaba casitas a Cuba, otro día se peleaba con Colombia, otro día cerraba una televisora, en fin algo curioso para los que crecimos en democracia donde el presidente era menos Supermán. Como todo gerente sin experiencia Chávez creó paralelismos en casi todas las áreas. Otros sistemas de salud, otros sistemas de distribución de alimentos, otros sistemas educativos, otros sindicatos, otros canales de información, otros socios comerciales, otros esquemas de Banca y así por el estilo. Esta dualidad para mantener lo existente y tener que inventar lo nuevo sobrecargó la estructura burocrática y, para colmo, Chávez prefirió la lealtad al talento para seleccionar sus colaboradores.
Con el tiempo aparecieron los resultados de la improvisación en el manejo gerencial de la Nación. Problemas nuevos de electricidad, de infraestructura vial, de alimentos importados, de delincuencia, de salud, de empleo, de vivienda, de producción agropecuaria, de inflación, de corrupción, de deudas gigantescas y de acusaciones de violación a derechos humanos, de narcotráfico y de apoyo a terroristas.
La credibilidad en el gobierno comenzó a descender y hoy es tan baja que hay pocas dudas de la derrota electoral de Chávez.
Un poema dice: “Ante el espejo la mona se asusta al ver lo que es/ una arrugada jamona de la cabeza a los pies/ remirase la rabona al derecho y al revés/ y presumida razona de esta manera después/ ya caigo, no es que yo sea ni tan vieja ni tan fea y toda grasa y pellejo/envidia es de este bribón y de un solo manotón hizo trizas al espejo”.
Estos burros brutos del alto gobierno al ver los pésimos resultados hacen como la mona que ignora la realidad y rompe el espejo. En lugar de rectificar y buscar la paz llegan a la conclusión que para mejorar las cosas hay que acelerar la revolución y ponen a la jaula de las focas a aprobar en tiempo record las muchas leyes “necesarias”.
Gasolina al fuego, agua hirviendo para enfriar la sopa, así es de burra la decisión del gobierno. Perdió su popularidad jugando al comunismo y ahora saca la hoz y el martillo con violencia. Imposible en entender. Solo existe la posibilidad del desahogo sicológico. Terminar la agonía como supuestos héroes luchando por sus ideales. Al igual que la locura colectiva en la batalla final de la película “El último Samurai” llegamos, con el País destrozado, al “El último rebuzno”.
La debilidad del gobierno es estremecedora. Llega el fin.