Despenalizar drogas ya.
JAQUE MATE / Sergio Sarmiento
(05-12-2014).- "La prohibición ha puesto de moda el uso del alcohol y así ha aumentado vastamente el número de usuarios".
H.L. Mencken
Hoy es el Día de la Abrogación, el Repeal Day como lo llaman en Estados Unidos. Se celebra la ratificación, el 5 de diciembre de 1933, de la 21a. enmienda a la Constitución de la Unión Americana: la que abrogó la 18a. enmienda del 16 de enero de 1919 que prohibía la producción, venta y consumo de bebidas alcohólicas.
La prohibición, que algunos de sus impulsores llamaban el "noble experimento", duró poco menos de 15 años, pero dejó cicatrices duraderas en la sociedad estadounidense. Quizá hubo una reducción inicial en el consumo de alcohol, pero más pronto que temprano se generó un mercado negro que con rapidez se hizo enorme gracias a los altos precios que alcanzaron las bebidas alcohólicas.
De la mano de ese mercado surgieron las bandas criminales organizadas y un aumento importante de la violencia. Al Capone fue el más conocido de los gángsters de la prohibición, pero había decenas más en Chicago y otras grandes ciudades de Estados Unidos. Además surgieron miles de pequeñas destilerías clandestinas que producían licor de mala calidad, cuyo consumo produjo incontables muertes innecesarias.
Los homicidios dolosos, que se encontraban en 4.5 por cada 100 mil habitantes en 1910, se duplicaron para llegar a casi 10 en 1933. Algunos argumentan que distintos factores, y no sólo la prohibición, contribuyeron a este aumento de los homicidios. Quizá. Pero lo curioso es que, una vez que se abrogó la prohibición, el número de homicidios empezó a bajar gradualmente hasta llegar a sólo 5 por cada 100 mil a mediados de los años cuarenta (Cato Institute, US Bureau of Census).
Otra consecuencia de la prohibición fue elevar de manera muy importante el número de personas en las cárceles. Antes de la prohibición había 4 mil reclusos por delitos federales. En 1932 había ya 32 mil (Cato.org). No se trataba de criminales endurecidos sino de padres de familia que no representaban un peligro para la sociedad. Sus familias se quedaban sin sustento.
Una vez que en Estados Unidos se empezaron a manifestar los males de la prohibición, surgieron voces que pidieron la abrogación. Al movimiento se sumaron incluso algunos que habían apoyado originalmente la 18a. enmienda. John D. Rockefeller, abstemio toda la vida y donador original a la causa de la prohibición, cambió de posición y empezó a apoyar la abrogación. Lo mismo hicieron activistas como la feminista Pauline Sabine.
La matanza del día de San Valentín de 1929, en la que murieron seis criminales de la banda de Bugs Moran y un mecánico, conmocionó a la sociedad estadounidense de su momento. Esta reacción fue generando una creciente presión política que culminó con la abrogación de 1933. La sociedad estadounidense pudo finalmente respirar tranquila. El noble experimento, con toda su secuela de violencia, había llegado a su fin.
Pero parece que las lecciones nunca se aprenden. A más de 80 años de distancia los mexicanos estamos reviviendo el drama de Estados Unidos pero multiplicado al mil. La prohibición no ha reducido el consumo de las drogas, como no lo hizo con el alcohol, pero ha generado nuevamente un rentable mercado negro que ha sido dominado por bandas cada vez más violentas del crimen organizado.
La gran diferencia es de magnitud. Los seis muertos del día de San Valentín palidecen ante los miles de muertos que la prohibición genera cada año en nuestro país, incluyendo a los 43 de Ayotzinapa. La actitud recalcitrante de quienes mantienen la prohibición, o porque se benefician o porque no quieren aceptar la derrota en la guerra contra las drogas, hace que los mexicanos sigamos condenados a la violencia.