"Como lo expone Platón en El Banquete:
«(. . . ) Antes la naturaleza humana era muy diferente
de la que es hoy. Al principio había tres
clases de hombres: los dos sexos que subsisten
aún, y un tercero opuesto de ambos. Este ha sido
destruido, y lo único que queda de él es el
hombre. Este animal formaba una clase particular,
y se llamaba andrógino, porque reunía el
sexo masculino y femenino; pero ya no existe,
y su nombre es actualmente oprobioso (. . .) La
diferencia entre estas tres especies de hombres
procedía de sus principios. El sexo masculino era
producido por el Sol; el femenino por la Tierra,
y el compuesto de los otros dos por la Luna, que
participa de la Tierra y del Sol. Conservaban de
estos principios su forma y su manera de moverse,
que es esférica. Sus cuerpos eran robustos y
vigorosos, y su valor, elevado, lo que les inspiró
la audacia de subir hasta el Cielo y combatir
contra los dioses (. . . ) Júpiter examinó con los
dioses el partido que había que tomar. El asunto
no se presentaba sin dificultades. Los dioses no
querían aniquilar a los hombres, como antes a
los digantes, fulminándolos, porque entonces el
culto y los sacrificios que los hombres les ofrecían
habrían desaparecido; pero, por otra parte,
no podían tolerar semejante insolencia. En fin,
después de largas reflexiones, Júpiter se expresó
en los términos que siguen: ‘Creo haber encontrado
–dijo– , un medio de conservar a los hombres
y tenerlos muy sujetos; este medio consiste
en disminuir sus fuerzas. Los separaré en dos y
así serán más débiles y tendremos, además, otra
ventaja, que será la de aumentar el número de
los que nos sirven(. . . )’. Después de esta declaración,
el dios efectuó la separación que había
dicho (. . . ) Mandó después a Apolo que curase
las heridas y que colocase el rostro y la mitad del
cuello del lado en que se había hecho la separación,
para que a la vista de estos castigos fuesen
más modestos. Apolo puso el rostro del lado indicado
y recogió la piel cortada sobre lo que hoy
se llama vientre, dando la unión a la manera de
una bolsa que se cierra, no dejando en medio
más que una abertura que se llama ombligo. En
cuanto a los demás pliegues, que eran en gran
número, los alisó y formó el pecho, con un instrumento
semejante al que usan los curtidores
para pulimentar el cuero de los zapatos sobre
la horma, dejando sólo algunos pliegues sobre el
vientre y en el ombligo, como recuerdo del antiguo
castigo. Hecha esta división, cada mitad
buscaba encontrarse con la que le correspondía
y, cuando se juntaban ambas, se abrazaban con
tal ardor, con el deseo de recobrar su antigua
unidad, que en ese abrazo perecían de hambre
y de inanición no queriendo hacer nada el uno
sin el otro (. . . ) De ahí proviene el amor que,
naturalmente, tenemos unos por los otros; nos
devuelve a nuestra naturaleza primitiva, hace
todo lo posible por reunir las dos mitades y por
devolvernos a nuestra antigua perfección. . . »"
...Ya no podemos creernos los relatos por los que
un grupo humano confiere encanto a su origen o
su destino. Sabemos que el Olimpo es sólo una
colina, y que el Cielo no está lleno más que de
hidrógeno o de helio...