Capítulo 1: OJOS DE ANGEL SOMBRAS -La reliquia egipcia-
Era extraño que en medio del Callejón Diagon se hubiese encontrado una criatura tan poco común en el mundo mágico como lo era ese reptil: una cobra. Si bien, en los tiempos de Voldemort y sus seguidores, su marca era una serpiente… se hacía poco común, encontrar a una merodeando el centro del Callejón Diagon, considerando ese horario, que era el más atestado de gente.
Tal cobra, era un animal temible, de colmillos filosos y largos… que serpenteaba lánguidamente por la calle… pero el animal, estaba asustado. No sabía qué hacía allí… no era su hábitat… tenía frio… hambre… y a su alrededor había tanta comida que deseaba lanzarse al primero que se le acercara.
Los magos y brujas que estaban allí cerca, intentaron atraparla… una cesta… una malla… hasta que apareció un rayo verde y el reptil quedaba tieso en el pavimento con sus ojos fijos y vidriados en la nada.
¿De dónde habrá salido? ¿Quién será su dueño? ¿Cómo es que permiten tener este tipo de bestias? ¿Existe un control para este tipo de animales? Se preguntaban los magos y brujas que allí circundaban. Mientras buscaban la respuesta, y rodeaban el cadáver del animal…. un grupo de mujeres corría por la acera gritando en forma histérica: "―¡Serpientes!―"
Y se giraron a mirar de dónde venían aquellos gritos de horror: Por la calle se deslizaban unos veinte animales, con una rapidez fuera de lo normal. Sabían que era sancionado por ley lanzar hechizos imperdonables… pero era hacia las personas, por tanto los rayos verdes no se hicieron esperar y los animales al poco rato estaban todos inertes.
La presencia de una cobra podría ser explicada… pero ¿veinte?… era un tema que debía ser abordado por el Ministerio de Magia. Algo no andaba bien. Todos temían que algún mago desquiciado, apoyándose en los ideales de limpieza étnica que hacía ya más de diez años, Voldemort había intentado imponer, pudiera ahora dar inicio a otra guerra mágica.
Ya eran dos hechos sospechosos que ocurrían luego de la guerra. Primero las extrañas desapariciones y muertes inexplicables de muggles y personas de la comunidad mágica. Tales eventos fueron explicados por el Ministerio con que unas brujas querían apoderarse del mundo mágico, y que fueron abatidas por unos cazadores muggles con poderes especiales y por los héroes de la guerra mágica (Hermione Granger, Harry Potter y Ronald Weasley) incluyendo también a Pansy Parkinson, Luna Lovegood y al Auror Draco Malfoy, quien resultó vital para lograr la derrota de esos engendros. Todos de una u otra forma aportaron para destruir a las brujas que tanto dolor causaron al mundo y también tantas muertes en muggles inocentes.
Y ahora, cuando todo se pensaba tranquilo, aparecen estos animales ponzoñosos desfilando por las atestadas calles del Callejón Diagon… ¿tenía eso conexión con lo ocurrido hacía algunos pocos meses con Kyteler y Kedward? o era un evento aislado asociado a algún maniático seguidor de Voldemort? Eso debía ser abordado cuanto antes por quienes tenían dominio en la Materia: El trío de Aurores estrellas del Ministerio: Harry, Ronald y Draco, este último que solo aparecía en casos de extrema gravedad, pues dedicaba exclusividad a su familia y a sus empresas.
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Aquella misma noche la Encargada de Estudios Ocultos del Museo de Historia de Londres, la afamada arqueóloga Luna Lovegood y su ayudante, Rolf Scamander, recibían una carga especial enviada desde El Cairo. Unos excavadores, al parecer habían dado con la continuación del famoso Papiro 1993, que hasta ese entonces se creía completo y que descansaba en la ciudad de Turín.
De ser cierto este nuevo hallazgo, posiblemente todo lo creído hasta el momento se viera en tela de juicio. Porque tal papiro (el que se encontraba en Turín) revelaba el nombre de los dioses que gobernaron el Egipto antiguo incluso con las fechas de sus regencias. Sin embargo, en ningún lado hablaba del nombre real de Dios Ra, y al parecer, en este nuevo hallazgo cabía la posibilidad de que allí estuviera escrito. De ser así, la creencia universal de que la única diosa que sabía su verdadero nombre (Isis) también se vería en peligro, porque de estar incluido en este papiro muchos más sabrían ese nombre y por tanto la deidad de Ra, también quedaría expuesta.
Luna y Rolf estuvieron esperando todo el día la llegada del cargamento. Al parecer y, de acuerdo a lo informado por la Directora del Museo, la carga no estuvo exenta de problemas. Durante el traslado, el barco sufrió una avería y estuvo varado dos semanas en aguas del Mediterráneo antes de ser nuevamente reparado. En ese tiempo el barco también fue víctima de un robo. No obstante, el robo no afectó a la carga más preciada: El cofre contenedor del famoso y esperado papiro. Solo un par de vasijas viejas y cacharros, también del Egipto antiguo, fueron robados. Todas seriadas y caratuladas, por lo que solo en el mercado negro se podrían vender.
Para los arqueólogos esa espera era abrumadora, en especial para Luna, que estaba en sus últimos días de soltería, pues ese mismo fin de semana contraería matrimonio con el padre de su hija y su amor durante los últimos diez años: Ronald Weasley, Auror del Ministerio de Magia y Gerente de la empresa “Weasley Home and Life”, antiguamente conocida como “Sortilegios Weasley”, quien estos momentos, debía de estar disfrutando de sus despedida de soltero, organizada por su amigo de toda la vida (en las buenas y en la malas) Harry Potter.
Sonrió para sí al pensar en "lo mal que la estaba pasando" su novio… y ella, ahí esperando al lado de Rolf… un hombre delgado (demasiado) alto, con gafas y de barba incipiente. Era su amigo de años, incluso en un tiempo, antes de que ella decidiera por fin oficializar su relación con Ronald, salieron un par de veces… algunos besos por ahí escondidos… pero nada más. Para Luna lo vivido con Ronald, sumado al dolor del poco amor demostrado por él durante los primeros años y la separación final, habían marcado su existencia, motivo por el cual, no se quiso aventurar en una nueva relación. Además en consideración a que su corazón le decía a diario que, dentro de todo lo poco maduro que era Ronald, él la amaba. Por algo, nunca él se había embarcado en una relación seria y se empecinaba en buscarla y en declararle su amor. Hasta que por fin se dio cuenta de que no tenía que buscar más ni negarse a la felicidad. Su hija, Jane, amaba a Ron y ella también lo amaba, con sus pro y sus contras… con sus altos y bajos… así era Ronald Weasley y así ella se enamoró de él…
A eso de la media noche y luego de haber recibido la preciada carga, Luna vio que era muy tarde para comenzar a analizarla, a pesar de que la idea de amanecerse estudiando y observando, la seducía enormemente, optó por dejarlo para el otro día… debía ir a dormir… mañana ya vería… total, en su trabajo sólo le quedaban unos tres días más, y luego se iría de vacaciones (a su Luna de Miel) con Ronald a Rumania a descansar… solos… la hija de ambos se quedaría con la abuela Molly en La Madriguera. El sólo hecho de imaginarse de volver a estar con Ronald, le hacía que el estómago le diera brincos. Ya que no había aceptado tener vida íntima con él, sino hasta el matrimonio y Ronald en una muestra de su verdadero amor había aceptado. Claro que si bien, la ceremonia estaba planificada para marzo, éste la había adelantado para el mes de febrero, con tal de estar pronto con su Luna, que tanto amaba.
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Hermione dormía plácidamente cuando una mano fría la rodeó… sonrió al sentir ese familiar aroma a menta y madera que amaba desde que tenía 18 años… Draco… su esposo, el amor de su vida y padre de sus dos hijos, acaba de llegar de una fiesta… acompañado de un leve olor a licor… venía de la despedida de soltero de Ronald Weasley, quien se casaba ese fin de semana con Luna Lovegood. La despedida de ella ya la habían realizado hacía unos días atrás… fue una odisea realizarla, ya que Luna no quería una fiesta, pero entre Ginny y ella se las arreglaron para llevarla a un club nocturno muggle en el día "Feminísimo", especialmente rentado para la despedida de Luna… la que, al final, resultó con unas cuantas Margaritas de más y hablando de Plimpies y Nargles a cuanto muggle se le cruzó por el camino.
— Tengo frío…―Le dijo, mientras torpemente se quitaba los zapatos y metía en la cama con ropa y todo.
Hermione sonrió, a pesar de estar con mucho sueño, giró en la cama y lo ayudó a desvestirse. Le quitó el pantalón, y luego desabotonó su camisa. Draco estaba con los ojos cerrados, pero con una sonrisa en sus labios lo cual hacía dudar a Hermione de que estuviera realmente dormido. En realidad, adoraba que su esposa lo desvistiera, así que disfrutaba mientras ello lo hacía. Amaba esos dedos suaves y delicados que recorrieran su piel y su aroma a vainilla tan propio de su cabello.
— ¿Cómo estuvo esa fiesta?― Le preguntó acomodándose en el cuenco de su brazo, y apoyando su rostro en el pecho desnudo de su marido.
— ¡Ah… lo de siempre…! Mucho licor… música, bailarinas… un poco de striptease… ya sabes… ― Decía como no dándole importancia y cerrando los ojos a la espera de un apretón de Hermione (o de un grito).
— ¿¡Striptease!? ¡Draco Malfoy! Que ni se te haya ocurrido haber tocado a una de esas bailarinas… que yo misma voy….
— Yo solo toco lo que es mío... nada más... y acá al ladito de mi tengo lo mejor del mundo.― Abrió los ojos y se posicionó sobre su esposa, besándola como si recién la conociera.
Si Hermione no conociera tanto a Draco, podría decir que al ver los cuerpos de la bailarinas se habría excitado…pero no, su esposo era un amante excepcional… y tenía que contar con los dedos de su mano, las veces en que no tenían sexo en las noches… y esas eran muy pocas…
Draco la adoraba con todo su corazón y cada vez se lo expresaba con hechos y con caricias cuanto la amaba a ella… y ella respondía de igual forma expresándole que ese sentimiento era recíproco.
— Te amo Hermione… ¿lo sabes?―Besaba su cuello, mientras se había hecho su espacio entre las piernas de ella.
— Siempre lo he sabido… ―Decía mientras su esposo la tocaba íntimamente iniciando así una sesión placentera de entrega mutua como la de tantas noches.
En la mañana, a eso de las siete, unos ronquidos (a boca abierta) la despertaron… Draco estaba de espalda durmiendo, como amo y señor de la cama, mientras que ella estaba relegada a la orilla de esta… si se movía un centímetro, la próxima parada sería el piso. Bufó y se sentó en la cama.
Se levantaría temprano, quería ver a su amiga Luna para entregarle algo de su pertenencia con el fin de que la adjuntara al atuendo de su matrimonio (Era para dar cumplimiento a la tradición muggle que decía a las novias que el día de su matrimonio, debían llevar algo prestado, algo regalado y algo azul), tradición que a sus amigas les había gustado. Por lo que a Hermione le correspondía prestarle algo a Luna; Ginny, debía regalarle algo y a Pansy (que venía de Norteamérica) traerle algo azul
Se levantó y se colocó su bata, pero cuando intentaba avanzar hacia la ducha unos brazos fuertes y desnudos la detuvieron.
— ¿A dónde crees que vas?―Le decía Draco besando su cuello y metiendo sus manos por el escote de la bata, logrando tocar todo lo que tenía a su alcance.
— A darme una ducha… quedé de verme en la mañana con Luna en el Museo para entregarle mi parte del ajuar, también irá Ginny, y parece que Pansy también, según tengo entendido llegan hoy como a las nueve en el vuelo desde Norteamérica.―Mientras decía esto, Draco soltó a Hermione. Ella se dio cuenta de inmediato del cambio de humor de su marido.―Draco, me prometiste que no estarías celoso.―Le recordó.
— Lo sé… pero no puedo olvidar que ese calentón quiere contigo.―Se cruzó de brazos y le hizo un movimiento de cejas en señal de desaprobación.
Hermione inspiró fuerte. Sabía que Draco se refería a Sam Winchester. Cada vez, se convencía más de que había actuado correctamente en no contarle de la carta que éste le había enviado por correo electrónico en donde le profesaba su amor. Si Draco se enteraba de la existencia de esa declaración, estaba segura que ahora no sólo un ojo en tinta sacaría el cazador. Conociendo a Draco, era obvio que lo terminaría convirtiendo en algún insecto repugnante para luego pisotearlo.
Ella estaba segura de sus sentimientos hacia su esposo. Lo amaba con todo su corazón y sería incapaz de serle infiel. Por eso mismo había pensado en conversar seriamente con Sam y dejarle todo claro que entre él y ella nada podía ocurrir… que jamás dejaría a Draco y que jamás le sería infiel. Aunque debía ser honesta con ella misma, el hecho de recibir una carta de amor, igualmente la hacía experimentar sensaciones tipo adolescente… que la hacían sentir más viva que nunca. Tanto la maternidad, la casa y el matrimonio a veces la hacían olvidarse de que podía ser atractiva para otros hombres y eso enaltecía su ego. Lo que, en ningún caso, significaba que ella le sería infiel a su adorado Draco Malfoy. Lo amaba y de eso estaba segura.
— Deja tranquilo a Sam… él ya ni se ha de acordar de lo ocurrido… como te dije fui yo la que lo coqueteó para sacarte celos… yo me aproveché de su nobleza… no la tomes con él… ¿sí? Por favor Draco… no hagas escenas… Me moriría de vergüenza si otra vez le das un puñetazo.
— Eso no te lo aseguro. En la medida que él se mantenga lejos de ti… no habrán puñetazos, pero si se sobrepasa, no respondo. Además espero que a ti no o te de nuevamente por sacarme celos, porque aparte de convertirlo a él en grillo a ti te encierro en el desván…. ¿entendido? – Le decía serio a lo que Hermione no puedo sino responder con una suave sonrisa en sus labios.
— ¿En el desván? ¿Y no se te ocurre otro lugar mejor en donde meterme? – Le preguntó seductoramente soltando lentamente el lazo de su bata.
— ¿Y se te ocurre otro lugar?―Le dijo serio y con sus brazos cruzados.
— Ahí.―Hermione le apuntó la cama. Draco cambió su rostro cuando su esposa se quitó la bata y lo rodeó con sus brazos.
— Hermione… te… te vas…―Hermione le besaba el cuello…. Los hombros… y seguía bajando…―a atrasar…―Esos labios, endemoniadamente sensuales, hacían que todos sus sentidos se alteraran…
— No importa… que empiecen sin mí…
— Bruja malvada.
Draco la tomó de los hombros y la metió nuevamente en la cama. En donde estuvieron haciéndose el amor por casi una hora, antes de que Hermione decidiera que ya era tiempo de levantarse a eso de las 9.
— Iré contigo. Te amo Hermione, pero creo que debo marcarle mi terreno al señor cazador.
— ¡Y dale con lo mismo! Pero… está bien. Vamos... Igual irá Ron y Harry …
— La comadreja… otro más… ¿alguno que no haya estado interesado en mi mujer?
— Bueno… Dean y Harry… estoy segura a ellos no les gusto.― Le dijo regalándole una pícara sonrisa y dándole un beso en la nariz.― Anda hombre celoso, vamos a darnos una ducha….y deja de pensar en el pasado... Mira que si yo empiezo a contar tus aventuras... terminamos hablando mañana…
— Aventuras que tuve antes de estar contigo, que no se olvide.
Hermione negó con su cabeza. Con Draco era imposible discutir. Siempre ganaba él.
— ¡Ey!... no te enojes amor… pero sinceramente yo moriría si algún día tú te fijas en otro.
— Draco, juré amarte por siempre y respetarte… debes estar tranquilo. Sam es sólo un amigo… y en cuanto a Ron… ¡por Dios, se está por casar!
— ¡Ajá! Se casa… lo que no borra todo el mal que nos causó… tú lo habrás perdonado, pero yo no olvido los siete años que pasé buscándote… los siete años que mi Rose Luna estuvo sin su padre.―Hermione lo miró triste. Aún lloraba por todo ese tiempo perdido. Pero aún así ella había olvidado los errores de Ron, el odio de Lucius y de Parkinson… Pero, al parecer, para Draco, era más difícil logra perdonar esos errores. Si bien, lograba mantener un diálogo fluido con Ronald o hablar con Parkinson… eso no obviaba todo el dolor que en el pasado sufrió por ambos.
Incluso aún no iba a ver a su padre a Azkaban. Sabía que aquel hombre había hecho mucho esfuerzo en enmendar sus errores, que incluso tenía, al parecer una relación amorosa, o algo parecido con una terapeuta que lo atendía (todo informado a Draco por los Aurores de la cárcel), pero sin embargo, él no se sentía aún capaz de enfrentarlo. Su padre había intentado matar a Hermione, había sido el causante de la muerte de su madre, quiso apoderarse de su nieto, y quien sabe cuánta gente más murió a causa de la liberación ese par de brujas del inframundo.
Debía esperar, Lucius debía esperar. El perdón no se otorgaba así como así. Había que ganárselo y Lucius Malfoy aún no había hecho méritos para recibirlo.
Luego de ducharse y de que Hermione se enterara por Marita que los niños ya se habían ido temprano al colegio (Rose Luna en el último curso antes de ingresar en septiembre a Hogwarts y el pequeño Scorpius que iba a Jardín Infantil), se dirigió al comedor a tomar desayuno junto a Draco y la mima Marita.
Steve, el esposo de Mara, y el chófer de la casa, había ido a dejar a los niños al colegio (una escuela particular para hijos de magos que los preparaban para asistir a Hogwarts u otro colegio de magia según sus padres eligieran) por lo cual en ese momento no los acompañaba.
Tomaron desayuno, mientras Marita se sentaba a duras penas frente a ellos, tenía un embarazo avanzado y una panza inmensa.
— Mujer, ya es hora que descanses…―Le decía Hermione pensando en que Marita hacía esfuerzos mayores para seguir trabajando.
— Apenas usted encuentre a una Nanny que cuide bien a los niños, yo dejaré de trabajar. Si no… yo me quedo hasta que tenga a mi niño.
— En la tarde, vendrán dos postulantes más, Hermione… Maggi, mi secretaria, me envió sus antecedentes curriculares y creo que dan el perfil.― Le explicó Draco mientras tomaba su té.
— Espero que hoy sí encontremos a alguien idóneo…
— Y si la encuentra, Señora Hermione, yo estaré con ella por un tiempo para explicarle todo.
— Gracias Marita.―Hermione quería mucho a su Nanny pues la conocía desde que vivió en Nueva York y cuando la mujer se enteró de que trabajaba para magos, lejos de asustarse o de querer abandonarla, sintió una alegría tremenda y su cariño fue más grande cuando llegó a la vida de Draco y Hermione, el pequeño Scorpius Malfoy, fiel retrato de su padre.
— Sí, Mara. Muchas gracias.― Le dijo Draco en tono formal.