COLABORADOR INVITADO / Fernando Belaunzarán
(02-09-2014).- Para cambiar no basta la convicción compartida de que lo que existe no funciona o se podría estar mejor sino también acordar hacia dónde se debe ir. La crítica a la "guerra contra las drogas" por magros resultados y graves consecuencias es ya un lugar común y, sin embargo, no se vislumbra en el corto plazo el establecimiento de una alternativa global a la actual política de drogas, no obstante su evidente fracaso.
La mariguana tiene que ver sólo con una parte de la política de drogas, pero sin duda que es El talón de Aquiles de las Convenciones Internacionales por las experiencias regulatorias que de manera creciente se están dando y que, en sí mismas, contrarían la letra y el paradigma bajo el cual se redactaron. Es cierto que las resistencias de potencias como Rusia, China y Estados Unidos a revisar los Tratados impiden por ahora su modificación, pero al menos se tendrán que asumir interpretaciones más abiertas y flexibles de los mismos, en detrimento del prohibicionismo, para que sigan siendo vigentes. Eso se verá en la reunión de UNGASS 2016 (Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por sus siglas en inglés).
Uruguay se convirtió en el primer país en regular para cualquier uso toda la cadena de la mariguana y en Estados Unidos casi la mitad de sus estados cuentan ya con regulación médica; en no pocos de ellos es inminente su transición "recreativa", como ya lo hicieron Washington y Colorado. En noviembre de este año habrá pocos referéndums al respecto, pero se anticipa 2016 como punto de quiebre. Empatar consultas con elección presidencial tiene doble ventaja: aumenta el voto de los jóvenes y compromete a los candidatos.
Encuestas en Estados Unidos dan cuenta de una mayoría de su población, alrededor del 60%, favorable a la regulación "recreativa" y la distancia tiende a acrecentarse de manera natural, en virtud de que los jóvenes son los más convencidos y los adultos mayores los más resistentes. La exigencia a los candidatos presidenciales la podemos anticipar: echar abajo la prohibición en la legislación federal, demanda que, por cierto, el New York Times hizo suya en célebres editoriales.
El escenario más probable es que, en noviembre de 2016, la mariguana tenga una sonada victoria en Estados Unidos, el país que promovió su prohibición, entrando por la puerta de enfrente y con legitimidad democrática. La pregunta es qué hará México, no sólo porque pierde sentido seguir combatiendo para impedir su paso a un país que ya la tiene permitida sino porque la modalidad "recreativa" llegará en breve a nuestra frontera, al menos en California. Por una parte se disminuirá la demanda de mariguana mexicana en aquel país y por la otra se incrementará el tráfico ilegal de allá para acá, en virtud del control de calidad que tiene su producción. El peor de los mundos... si nos quedamos pasmados.
Debiéramos ver la coyuntura como una oportunidad. Sólo desde el masoquismo se puede defender en México a la actual política de drogas. Podemos avanzar en prevención y tratamiento de usuarios problemáticos con políticas de "reducción del daño" y de Desarrollo Social focalizadas, así como en no criminalizar a los consumidores, haciendo que la despenalización sea efectiva, lo cual implica revisar gramajes permitidos de portación de las distintas sustancias y capacitar a policías, MPs y jueces.
En el caso de la mariguana hay que enfrentar resistencias. Si por lo pronto no es viable que gobierno y partidos asuman el costo de una regulación integral, al menos debemos avanzar en la presente Legislatura con el reconocimiento de sus propiedades médicas y terapéuticas, como ya lo han hecho diversas sociedades desarrolladas. Un paso transitorio que traería beneficios a personas con distintos padecimientos. Se trataría de poner los pies en la ciencia y vencer al oscurantismo.
El autor es diputado del PRD e impulsor del Foro Internacional de Política de Drogas de la Cámara de Diputados.