"Exactamente como hace el muñeco venezolano, que ataca a diario al imperialismo norteamericano, pero lo surte con un millón de barriles diarios. Sin que ni el Pentágono ni la Casa Blanca o el Departamento de Estado le pongan el fusil en el pecho. ¿Entonces? ¿Están a favor o en contra del imperialismo norteamericano?"
Antonio Sánchez García
CASTRO-CHÁVEZ EN LIBIA
HUNDIDOS EN SUS CONTRADICCIONES
Don Fidel habló. Y por su boca brotaron las mismas incongruencias de su títere, el comandante venezolano. Defiende a Gadaffi y pone el grito en el cielo ante la amenaza de una intervención – él, que tiene intervenida a Venezuela con cien mil hombres, como si de su satrapía se tratara – para luego respaldar la revolución que sacude a las naciones árabes. ¿En qué quedamos? ¿Está con el tirano o con el pueblo revolucionario que lucha por aventarlo del Poder? Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Castro defiende a Gadaffi de una intervención extranjera – y pone a desgañitarse a su muñeco para servir a su decadente ventrílocua imperial - pero al mismo tiempo recuerda que hasta ayer esas potencias interventoras estaban felices con Gadaffi, porque los suplía de petróleo de excelente calidad y abrió su explotación a la inversión extranjera. Entonces no dijeron ni pío: un tirano, si es amigo suyo, puede hacer con el petróleo lo que le venga en ganas. Exactamente como hace el muñeco venezolano, que ataca a diario al imperialismo norteamericano, pero lo surte con un millón de barriles diarios. Sin que ni el Pentágono ni la Casa Blanca o el Departamento de Estado le pongan el fusil en el pecho. ¿Entonces? ¿Están a favor o en contra del imperialismo norteamericano?
Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Cuando Gadaffi terminó inclinándose ante los Estados Unidos y pidió perdón por sus monstruosos actos de terrorismo, ni Fidel Castro ni Hugo Chávez asomaron una sola palabra de crítica. Le entregaron una réplica de la espada del libertador. Para medio ocultar la incongruencia, dice ahora el inefable doctor Castro que Gadaffi observaba las expresiones de simpatía de los poderes europeos “con burlona sonrisa”. El perfecto retrato del tirano coprófago: entrega el petróleo pero se burla de sus burladores. ¿Se entregó Gadaffi a los poderes fácticos por mantenerse en el Poder y aliviar sus apuros o se conformó con su sonrisa burlona?
Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Castro sin melindres, que es el cinismo personificado, alaba la revolución que sacude al mundo árabe pero le teme a las debidas consecuencias y espera que sea derrotada en Libia. Para lo cual le aconseja al muñeco salga a proponer cualquier expediente que le de tiempo al tirano, le permita superar la grave crisis que lo acosa y se mantenga en el poder. Y al mismo tiempo que alaba la rebelión de los pueblos islámicos, para encontrarle algún sentido a sus contradicciones, guarda el más sepulcral de los silencios ante la paz de los cementerios con la que aplasta a su propio pueblo.
No menciona a Irán ni por asomo. Si el pueblo iraní, harto de la teocracia que lo oprime, siguiera el ejemplo que Túnez dio, ¿pondrían el grito en el cielo por felicitar al pueblo y rescatar al tirano?
Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Están consumidos en sus propias contradicciones. Se saben al borde del abismo. Y están solos. De esta tormenta no los salva nadie.