"Así como en todos los campos Dios se opone al mito,
del mismo modo la violencia divina se opone a la mítica.
La violencia divina constituye la antítesis de la violencia
mítica en todos los aspectos. Si la violencia mítica instaura
el derecho, la divina lo destruye; si aquélla pone límites,
ésta destruye sin límites; si la violencia mítica inculpa
y expía al mismo tiempo, la divina redime; si aquélla
amenaza, ésta golpea; si aquélla es letal de manera sangrienta,
ésta viene a serlo de forma incruenta. [...]≪Critique of Violence≫Benjamin
...la sangre es el símbolo de la mera vida. El desencadenamiento de la violencia jurídica deriva [...] de la culpabilidad de la vida natural, que entrega a los seres vivos, inocentes e infelices a la expiación, al castigo que expía su
culpa, y redime también al que es culpable, pero no de
una culpa, sino del derecho. Pues con la mera vida cesa
el dominio del derecho sobre los seres vivos. La violencia
mítica es violencia sangrienta sobre la mera vida a causa
de la violencia que le es propia; la pura violencia divina
es, por su parte, violencia sangrienta sobre toda vida en
nombre del viviente. La primera exige sacrificios, mientras
que la segunda los acepta.

Todo ello implica que,
para expresarlo en términos de Badiou, la violencia mítica
pertenece al orden del ser, mientras que la violencia
divina pertenece al orden del acontecimiento: no hay
criterios ≪objetivos≫ que nos permitan identificar un
acto como propio de la violencia divina. Un acto que
para un observador externo es solo un estallido de violencia,
puede ser divino para los implicados en el. Žižek