Ocho horas tardó Tibisay Lucena en cuadrarle las cifras a Hugo Chávez para maquillarle la peor derrota de su carrera presidencial. Sin esa mano peluda, monitoreada desde Miraflores, el lunes 27 la verdad hubiera estremecido al país y al mundo. Antonio Ledezma, sin un centavo pero con una mística y una entrega a prueba de balas, dirigiendo la batalla por Caracas, arrasó con sus huestes en todas las circunscripciones y distritos de la ciudad capital. En ocho horas de trabajo frenético y al borde del infarto, desde las seis de la tarde del 26 hasta las 2 de la madrugada del 27, las funcionarias de Hugo Chávez le arrebataron sus triunfos a Agustín Berríos, a Juan José Molina, a Antonio Ecarri, paladines de un combate verdaderamente glorioso: Antímano, El Valle, Coche, Macarao, el 23 de enero, bastiones inexpugnables del chavismo duro fueron conquistados con holgura por la oposición democrática en el feudo que con todo orgullo debe ser
proclamado, junto al Zulia, a Anzoátegui, a Carabobo, a Nueva Esparta, al Táchira como territorio libre de Venezuela.
Pedro Lastra
LA BATALLA DE CARACAS
LA PALIZA QUE LEDEZMA LE DIO A HUGO CHÁVEZ
Todos lo sabemos. Que Chávez haya asumido personalmente la comandancia general de esta batalla decisoria, estratégica, haya recorrido todos los barrios de la Caracas otrora rojo rojita con sus bombos y sus platillos, que le haya puesto a sus dos tenientes coroneles – Jacqueline Farías y Jorge Rodríguez - los seis mil millones de bolívares que le arrebató malandra, aviesamente y dictatorialmente al Alcalde Metropolitano y que al cabo de una jornada memorable haya salido con las tablas en la cabeza, demuestra que de esta caída en la rodada no lo salva ni Mandrake.
Sin esas ocho horas oscuras y siniestras en que se consumara uno de los mayores robos electorales de la historia venezolana, la oposición democrática tendría en la actualidad los dos tercios de la asamblea. Y Chávez estaría abierta y declaradamente muerto. Y que conste: no lo dice este escribidor sin tener los pelos de la cola del burro chavista en la mano. Lo dice el propio Freddy Bernal, que califica la jornada capitalina de “verdadera hazaña para Antonio Ledezma”.
Y conste que Bernal no es de los que tiene pelos en la lengua. Fue el único que tuvo el coraje de espetarle su cobardía a quien se entregara solito, lloriqueando, con la cola entre las piernas y con la protección de las sotanas al alto mando, en Fuerte Tiuna. ¿Quién no tiene las fotos de su demacrado semblante y su rostro aterido y desangelado pegadito a Baltazar Porras?
¿Qué ha dicho Bernal? Que Ledezma, sin un centavo, ha consumado la hazaña de arrasar en la batalla de Caracas. Que Jorge Rodríguez y Jacqueline Farías son pura faramalla y no valen, políticamente, ni lo que excretan. Que el chavismo debe reconocer que va palo abajo y lo que le espera a Chávez, de enfrentarse en el 2012 al batallador alcalde metropolitano es una derrota histórica.
Saquemos las debidas conclusiones. Unidos y pateando cerros, no hay petrodólares, corrupción y terror de Estado que valga. Preparémonos a dar la gran batalla por Venezuela. La madre de todas las batallas. Y mientras tanto, a expresar nuestro poder ciudadano en las calles. Ya viene la convocatoria a la marcha arrolladora contra la dictadura y el comunismo. En defensa de la libertad y de la propiedad privada. A sacar las banderas del armario y limpiar las zapatillas. Que el triunfo espera por nosotros.