En los últimos días el Dr. Roberto Lavagna ha concedido entrevistas en por lo menos dos medios en los que hemos podido escucharlo. Además de ello, hoy sábado ha publicado un breve comentario en el periódico Perfil. Estas apariciones motivan éstas líneas que siguen.
En principio es llamativo cómo personajes públicos como el que nos ocupa están silenciosos durante largos períodos y luego, de repente, inician una caravana de presentaciones de mayor o menor envergadura. No pretendemos juzgar estas u otras actitudes, pero en lo personal siempre hemos asociado tales apariciones y desapariciones de personajes públicos, con campañas políticas. A lo mejor no es así y estamos equivocados.
Pero ocurre que además, el Dr. Lavagna es un economista y ha sido ministro de los gobiernos del Dr. Duhalde primero, y del Dr. Kirchner después, hasta que hacia fines de 2006, cuando fue despedido de su cargo por el entonces presidente. Hubo con seguridad importantes desavenencias que tal vez se mantuvieron en el ámbito de la privacidad. Dos de ellas, sin embargo, fueron públicas. La primera fue la asistencia del economista al coloquio de IDEA en Mar del Plata en noviembre de ese año, contra la obvia voluntad en contrario del presidente. La segunda fue una disertación que tuvo lugar en la ciudad de Rosario más o menos para esa misma fecha, en la que el entonces ministro hizo referencia a sobreprecios en la obra pública. Esta alusión motivó la reacción lógica del ministro a cargo del ramo, el arquitecto Julio De Vido.
Poco después, se supo que un fallo de la justicia se había pronunciado en el sentido de la existencia de un cartel de las principales productoras de materiales de construcción de la Argentina. Siendo el Estado el principal adquirente de ese tipo de productos y tomando en cuenta que cualquier empresa privada podía recurrir, hasta algunos años atrás, al cemento importado, por ejemplo, si los precios fueran convenientes, es obvio suponer que el tal cartel estaba vinculado directamente con las licitaciones públicas y no con el sector privado. También es razonable suponer que el Dr. Lavagna no ignoraba el curso de esa causa judicial cuando pronunció el citado discurso. Y aún en el supuesto muy improbable de que no tuviera ni idea, cualquier conocedor en la materia sabe que las licitaciones públicas de todo tipo y color pueden dar pie a este tipo de comportamientos ilícitos. Por lo tanto apuntarle justamente al sector de la construcción refuerza la idea de que había un conocimiento de la causa judicial y también la idea de que había un enfrentamiento con el arquitecto De Vido, cuyo ministerio recibía y recibe enormes sumas de dinero para la obra pública, que el Poder Ejecutivo maneja como ya sabemos.
Recordamos también que el personaje del que estamos ocupándonos fue candidato a presidente en 2007 en un partido llamado U.N.A. (Una Nación Avanzada) donde obtuvo y porcentaje cercano al 17% del total de votos emitidos. Algo más de 3.200.000 personas lo votaron. Las especulaciones políticas que se hicieron entonces estuvieron dirigidas a la suposición de que su presentación como candidato presidencial le restaba votos a otros candidatos con lo cual disminuía la posibilidad de que la candidata Cristina Fernández debiera enfrentar un balotaje. En lo personal no estamos para nada seguros de que fuera así, pero es una hipótesis razonable, sobre todo por lo que ocurrió después.
El ex ministro intentó entonces, como lo hace ahora, despegarse del gobierno kirchnerista y repitiendo a quien quiera oírlo que luego de su salida del ministerio Néstor Kirchner había iniciado una política económica personalista y arbitraria abandonando los objetivos propuestos y volcándose a una especie de administración dispendiosa y sin horizontes. Sin embargo, volvió a reunirse con Néstor Kirchner y a abrazar su causa pocos meses después de las elecciones de octubre de 2007. Lo que se dijo entonces fue que era necesaria la reorganización del partido justicialista, y que en todo caso Lavagna conformaría una línea interna disidente, aunque también se afirmó que podría llegar a ser vicepresidente del partido.
Reproducimos a continuación un par de párrafos de las declaraciones del Dr. Kirchner entonces:
"Con el doctor Lavagna coincidimos en la necesidad de reorganizar al justicialismo como un partido de centro progresista, respetando la diversidad interna y dando espacio a las distintas expresiones partidarias", dijo Kirchner. Agregó que también hubo coincidencia en el diagnóstico acerca de que "estamos frente a una perspectiva de reagrupamiento de la derecha y el liberalismo, y es preciso superar diferencias entre quienes pensamos de la misma manera, para darle sustentabilidad al proceso de crecimiento y cambio que iniciamos en 2003 y continúa ahora con la presidencia de Cristina". (“Clarín” 3/2/08)
El acuerdo no duró mucho tiempo, y en realidad jamás se concretó. Pero lo cierto es que el Dr. Lavagna concurrió a Olivos a reencontrarse con el expresidente y fue tapa de todos los diarios.
Cualquiera puede enterarse de las argumentaciones dadas por el exministro intentando diferenciar su política económica de la seguida luego por el gobierno de Néstor Kirchner primero y de su esposa después. Es bastante obvio, al menos para nosotros, que las líneas generales de lo que entonces se llamaba “modelo industrialista” son más o menos las mismas y que lo único que ha cambiado es la cara del encargado de llevarlas a cabo.
Tipo de cambio alto (hoy prácticamente abandonado no por deseo sino por imperio de la realidad inflacionaria inherente a tal artilugio monetario), control de importaciones, impuestos selectivos a las exportaciones, subsidios a determinados sectores, tarifas que intentan ser diferenciales en favor de los menos pudientes, etc. Nada nuevo bajo el sol, esta es la verdad.
Muchas veces nos ocupamos en aquellos años del “modelo” y sin pretender ser autorreferenciales no descubrimos la pólvora al presagiar el incremento de la tasa de inflación y el deterioro de la calidad de vida media de los habitantes. En realidad lo que ha ocurrido a partir de 2005, para fijar una fecha cierta, es que aquel crecimiento originado en la estafa devaluatoria, la pesificación asimétrica y la quita de la deuda externa era insostenible sin la radicalización de las medidas que ya por entonces había tomado el propio Lavagna y las que nos referimos en el párrafo anterior. Más subsidios, más controles de precios (disfrazados de “acuerdos”), más limitaciones a las importaciones, más retenciones a las exportaciones. Insistimos: nada nuevo u original.
Y creemos obviamente que este estado de cosas empeorará, como siempre lo hemos sostenido y como siempre ha ocurrido desde que este esquema está vigente. Porque por más que la economía crezca y por más que la desocupación sea hoy bastante baja, y los precios de las commodities sean altísimos, lo cierto es que el “modelo” va a tornarse insostenible por imperio de la necesidad creciente de “atender” los propios desequilibrios del engranaje montado.
Podemos identificar algunos aspectos para que quede bien en claro lo que queremos decir: el impresionante incremento del gasto público, de los subsidios a determinados sectores. La multiplicación de planes de ayuda, incluyendo la asignación universal por hijo y las jubilaciones masivas. El creciente intervencionismo estatal en las empresas para lograr cosas tales como distribuciones de dividendos que aumenten la caja pero resientan la inversión. Las cifras de las subvenciones en su conjunto se encuentran según algunos cálculos muy por encima de los 15.000 millones de dólares anuales.
La necesidad de financiamiento ha derivado en la apropiación de los fondos de las A.F.J.P., en la derivación de “utilidades” del Banco Central (provenientes todas de la devaluación de la moneda), la utilización de reservas para el pago de la deuda externa (que deja “colgada” la emisión de billetes y la deuda de las Nobacs y las Lebacs y por lo tanto exacerba la inflación), la presión a los exportadores de cereales para que adelanten impuesto a las ganancias (que derivó como se sabe en el inconcebible “enojo” de la A.F.I.P. dando lugar a acusaciones que no se han podido sostener en la justicia), etc.
Pero todo esto se enmarca en el mismo “modelo”, no en otro. Todo es producto de lo mismo. Producir localmente, vivir con lo nuestro, financiar y ayudar aquellos “emprendimientos” que el gobierno considera adecuados, cerrar fronteras a las importaciones que compiten, controlar los precios y las utilidades de las empresas, agregar presión tributaria a los “ricos”, y mil etcéteras. ¿En qué se diferencia Lavagna de todo esto? Esto es lo que en economía se llama progresismo. Heterodoxia, que se enfrenta a la ortodoxia, a la que suele referirse el ex ministro en términos despectivos, como si alguien pudiera referirse en tales términos a la teoría de la relatividad o a fórmulas matemáticas.
En el comentario escrito en Perfil de hoy, Lavagna se refiere al hecho de que luego de su salida los “colchones” o márgenes de maniobra existentes a fines de 2006 van agotándose. Obvio que van agotándose estimado doctor. ¿O acaso Ud. suponía que durarían siempre? Porque si así fuera no hubiera cambiado su discurso en referencia a que las retenciones a las exportaciones eran “transitorias” y consideradas “impuestos distorsivos” para pasar a ser punitivas de los malos empresarios que querían vender en el mercado local a precio internacional contribuyendo a debilitar a quienes creen, como Ud., que el artilugio del tipo de cambio es la panacea universal para hacer crecer la economía y lástima que muchos países no se dieron cuenta porque todos seríamos potencia.
¿Cuál es la razón por la que el Dr. Lavagna considera que se agotaron esos márgenes de maniobra a los que se refiere? Pues bien, la sobreutilización de los mismos por encima de lo considerado normal, intuimos. De manera tal que no se trata entonces de no intervenir en los mercados sino de hacerlo como lo haría él.
Para el viceministro de economía Feletti ésto sería la “profundización del populismo”. Es de decir, el “vamos por todo”.
Si nos detenemos un poco más a observar, veremos que prácticamente no hay sector de la economía que no requiera en opinión de los gobernantes, la intervención estatal para “ayudar”. Nada funciona si no aparece el atril con la señora presidenta anunciando algo en su favor. Aquel “mercado salvaje” al que seguramente el Dr. Lavagna aborrece, es reemplazado entonces por el “Estado salvaje” que en todo se mete. Y si no es así se le parece bastante.
Está en lo correcto el ex ministro cuando habla de un programa económico-social y de relacionamiento internacional. Pero en definitiva estamos ante una construcción semántica. Porque se llame como se llame, lo que en realidad tenemos es un modelo intervencionista-estatista, de fronteras cada vez más cerradas y de un grado de arbitrariedad creciente, como no podría ser de otro modo, porque cada vez que se interviene una variable, se distorsionan muchas otras, lo que requiere nuevas y renovadas intervenciones, y así sucesivamente.
Lo cierto es que tanto antes como después de la salida del Dr. Lavagna del gobierno de Néstor Kirchner no hubo ningún cambio en la política económica. Es, antes bien, la misma pero acentuada, profundizada, o como se le quiera llamar. Modelo o programa. El esquema ha postergado sine die la idea de volver eficiente al país para hacerlo competitivo, como intentan otros países de la región. Al contrario, trabas y controles de todo tipo, enmarañamiento burocrático, mayor presión tributaria, arbitrariedades e intervenciones en empresas, y sometimiento al poder político han conformado una constante. Acá ya no se plantea la reforma del Estado que imaginaba el Dr. Duhalde, de la mano del Dr. Lavagna. La sola mención de él mismo, siendo ministro, cuando afirmaba que las retenciones a las exportaciones tenían una finalidad también punitiva es contundente en el sentido de mantener un esquema arbitrario, intervencionista, que pretende torcer el rumbo del mercado por la razón o por la fuerza, y es claramente desalentador de inversiones puras, antes y ahora.
Antes y después de la salida del gobierno, Lavagna se juntó con Kirchner. Antes y después todo fue más de lo mismo. Las 2 caras de una misma moneda.